16/05/2017
 Actualizado a 13/09/2019
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Ahora los niños ya no van de pastores, como no sea para actuar en un Belén viviente, pero hace algunas décadas era este un trabajo habitual que casi siempre teníamos que hacer los más pequeños. Me vienen a la memoria algunos de aquellos parajes, apartados del pueblo, en los que las horas se hacían interminables y sólo estábamos deseando que llegara el momento de regresar a casa. Imaginemos que ahora aquellas verdes praderas y los matorrales fueran amplias zonas de asfalto y cemento, pobladas de hoteles y de tiendas, junto con grandes iglesias, recibiendo a millones de peregrinos. Parecería un sueño o un gran milagro.

Pues bien, eso es lo que sucedió en Cova de Iría, en Fátima, en donde unos pastores infantiles y más bien analfabetos apacentaban el ganado y fueron a casa diciendo que se les había aparecido la Virgen, aunque nadie les creía, e incluso les llegaron a castigar por decir esas cosas. Parece lógico que ante un hecho como éste, creyentes o no creyentes se hagan alguna pregunta: ¿Cuál es el secreto de ese éxito arrollador, que ha convertido a Fátima en el lugar más visitado de Portugal y en un centro de espiritualidad de los más importantes del mundo?

Precisamente en el momento en que este artículo salga a la luz, espero encontrarme en este lugar tan señalado, pocas horas después de que el Papa Francisco haya concluido su visita al mismo, rodeado de cientos de miles de personas. En nuestro caso el viaje lo realizamos junto con más de ciento cincuenta alumnos de Enseñanza Secundaria de varios institutos del Bierzo, y la semana pasada ya hicimos otro viaje con otros tantos.

Aunque las apariciones de la Virgen no son dogma de fe y nadie estamos obligados a creer en ellas, todo indica que lo de Fátima se trata de algo muy serio. Tan serio como que en 1917 el mundo estaba muy mal, en plena primera guerra mundial, y era necesario que se hiciera una seria advertencia de que así no se podía seguir. Mucho no cambiaron las cosas, pues aun vino una segunda guerra mundial. Y un siglo más tarde no parece que las cosas hayan mejorado demasiado. Ya sabemos que los chavales se apuntan a las excursiones principalmente para pasarlo bien, pero si, cuando van a Fátima, les queda algo del mensaje de Nuestra Señora, habremos dado al menos un pequeño paso para mejorar el mundo. Que tiene que cambiar parece evidente, pero mientras no descubramos que el pecado es la raíz de todos los males, y que solo Jesucristo nos puede ayudar, estaremos dando palos de ciego.
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