El Santo Froilán: Retablo de nuestras maravillas

Las fiestas de San Froilán y su romería son un retablo de escenas populares que han ido cambiando con el tiempo, como se puede ver en las imágenes de hace cincuenta años que ahora recupera Fernando Rubio

Fulgencio Fernández
03/10/2022
 Actualizado a 03/10/2022
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Fernando Rubio reunió las imágenes de la romería de San Froilán bajo dos epígrafes, el inevitable ‘Carro a la Virgen’ y otro que llamó ‘Retablo de San Froilán’.

Cualquiera que sea la escuela a la que hayas acudido, o colegio, le pondrás al retablo un apellido muy cervantino «de las maravillas» que, en esta ocasión, sería de «nuestras maravillas» pues como la propaganda machaconamente nos recuerda estas fiestas son «las de nuestras tradiciones, nuestras costumbres, nuestras...».

Y, por una vez, Rubio se suma a la idea y por una vez él también será el hilo conductor de los recuerdos ya que, explica, hablamos de unas fechas (las de las fotos) muy significativas paras las gentes de su generación. «La Virgen del Camino es, era, un referente para ‘los chicos’ de los años 60. Muchos domingos íbamos caminando a la misa de 1 en el santuario de La Virgen del Camino, no sé si por auténtica devoción o como excusa para ligar. Eso sí, uno de los viajes, el de ida o el de vuelta, lo hacíamos en los autobuses de la Empresa Fernández que tenían su parada en la plaza de Santo Domingo. En el otro seguíamos el Camino de Santiago, pasando por la Atalaya y el mirador de la Cruz, desde El Crucero, pasando por Trobajo del Camino. El ir caminando a visitar a la Virgen, se hacía, también, para cumplir una promesa por favor recibido y no era extraño que esa deuda se pagara coincidiendo con su fiesta, el 15 de septiembre, o por San Froilán». Era así la Virgen el destino, la explanada de los recuerdos, las promesas...

Los recuerdos del día de San Froilán y la romería están vinculados a otras muchas costumbres: «Para muchos visitar a la Virgen del Camino, oír allí misa en el Santuarioy besar su manto, comprar ‘los perdones’, los churros, comer chorizo y morcilla y el tradicional pulpo. También una jornada de convivencia con nuestros primos asturianos, que aquel día venían en masa, seguramente los mismos que en verano se secaban por las tierras leonesas de ‘Valencia de la O’, mientras nosotros, a cambio, nos remojábamos en las playas asturianas, en especial San Lorenzo de Gijón».



Todas estas historias sumadas componían ese retablo de nuestras maravillas del que hablamos y que queda muy patente en las imágenes que Fernando Rubio tomó en los setenta, cuando ya no era un niño de los sesenta pero sí revivía aquellos años. Del rico anecdotario que de aquellas fechas guarda hay un hecho al que tiene especial cariño, recuerda con nostalgia y que resume perfectamente ‘los tiempos’, es el que él llama El bocadillo de comer. «Me ocurrió, realmente nos ocurrió a mi esposa y a mí, la víspera de San Froilán de 1971, una tarde fría y ventosa en la campa de La Virgen, junto a los puestos de comidas que se montan para la ocasión. Una niña, una gitanilla, se acercó a pedir ‘algo’ y, después de dárselo, le ofrecimos comprarle también un bocadillo y, a la pregunta ‘¿de qué lo quieres?’ nos contestó con un clarísimo y preciso término: ¡de comer!». Remata Rubio que muchas veces ha pensado qué otros tipos de bocadillo rondarían su cabecita pero lo que le salió fue, lo que más necesitaba, comer.

Es evidente que aquellas romerías de los años 70 y estas que ahora celebramos son bien diferentes. Hay muchos actos institucionales que mantienen su esencia, con más o menos ‘lustre’, más o menos engalanados, lucidos con cientos de pendones o no tanto... pero ante la vista de las estampas que recupera Fernando Rubio, de aquellos otros puestos bastante diferentes a los actuales, menos de mercadillo al uso y más del paisanaje que esperaba esta fiesta con sus churros, pulpo, avellanas, juegos, trile o pasar la gorra por tocar la guitarra... serán inevitables los comentarios enfrentados, no faltará la nostalgia de «aquello sí que era una romería» u otros disimilares enfrentados a los elevados precios que se pueden dar en algunos puestos aún en estos tiempos de zozobras y dudas.

No hay solución al debate. Cada cual es cada cual y cuando Fernando recuerda con nostalgia a una niña que quería un bocadillo de comer no parece querer decir que sería bueno que hubiera más gente que le quiere poner comida al bocadillo ¿O sí?
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