El sacramento de la palabra

Por Saturnino Alonso Requejo

Saturnino Alonso Requejo
19/02/2023
 Actualizado a 19/02/2023
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Señoras y señores: Desde el poyo callado de mi puerta, les pido perdón a ustedes, por si en esta surcada retuerzo las palabras y no dejo que "las cosas coseen" con su modo de ser y estar.

Lo primero que me encuentro es el silencio de esta piedra en la que estoy sentado, pues su silencio me habla como si fuera un Profeta del Antiguo Testamento. Y pienso en todas esas piedras, tan mandibles: la que sirve de muro de contención; la que calza las calzadas romanas; la que se hace arena en las playas para frenar el empuje del mar; la que es banco reposadero en plazas y jardines... Y esas otras en las que tropezamos, nos caemos de bruces y nos rompemos la crisma.

Llamamos "Piedra de Toque" a la LIDITA, que se empleaba para contrastar la calidad del oro, y se aplicaba al talante y modo de ser de las personas.
La PIEDRA FILOSOFAL era el fundamento de las verdades filosóficas. Y el pueblo llano sacaba a relucir la piedra para hacer sus comparanzas más sabrosas:
"Comer más que piedra de afilar".
"Tirar la piedra y esconder la mano".
"Ser una piedra de esquinal", y así.

Merecen una consideración especial esas piedras calladeras que hacen de MOJÓN y TESTIGOS de nuestras propiedades.

Esto del MOJÓN y los TESTIGOS me recuerda aquel juramento que el Patriarca Abraham exigió a su criado más viejo cuando le dijo:
"Ea, pon tu mano bajo mi ‘muslo’
y júrame que irás a mi Patria
y tomarás mujer de mi parentela
para mi hijo Isaac" (Gn. 24,1).

Con este juramento a cuestas, el viejo criado trajo a Rebeca para mujer de Isaac. Eran primos carnales.

El juramento bajo la bragadura ponía como testigos al PENE y a los TESTÍCULOS. ¡Nada menos que a las fuentes de la vida!

Y en Castilla se sigue diciendo., como sembrando el páramo:
"Jura por mi vida que.."
"Te lo juro por mis cojones que..."
Como nuestra lengua es tan rica, llama también FALO al pene en memoria de FREY; aquella divinidad nórdica dispensadora de la abundancia. De modo que al FALO se le daba culto como si fuera una divinidad. ¡Un dios menor escondido en el templo de la bragadura!

Al PENE se le llamaba también VERGA, por su figura de látigo. PENDÓN, por su tendencia a procesionar, CAÑÓN, por su capacidad de disparo. PUDENDO, por su recato y clausura, y así.

Los TESTÍCULOS, dado su calibre, recibían también otros nombres: CRIADILLAS, por ser la fuente de la reproducción. BOLAS, por su figura redonda. DIDIMOS, por ser gemelos como los dos riñones, los dos ojos y la Pareja de la Guardia Civil.

El pueblo llano los llama COJONES, como si fueran los cojinetes de las ruedas. Y ARGAMANDIJOS, por su pequeño tamaño. Pero, dado su calibre, el pueblo los ensalzaba diciendo:
"No se pueden tener hijos
sin buenos ARGAMANDIJOS".

¡Cuánto personaje de palanca arriba esconde la bragadura!

Esto de los ‘didimos’ o gemelos testiculares me trae a la memoria a DIDIMO EL CIEGO (310-399 a.d.C.), que había perdido la vista a los cuatro años de edad, y que alcanzó la Sabiduría de oído, como los buenos músicos el solfeo.

Se sabe que dirigió la Escuela Catequética de Alejandría, elegido por San Atanasia, por más de medio siglo. San Jerónimo dijo de él:
"Hombre apostólico, tanto por la luz que irradia su sentir, como por la sencillez de su palabra".

Una vez más, se me han ido las cabras por esos cerros. Las silbaré para que vuelvan al salegar y a la majada de las PALABRAS, que es en lo que andamos
Pero no quiero que se me queden en el tintero ciertas piedras calladeras: las de las columnas de las catedrales; las del umbral de la puerta; la de la pila bautismal; la de santiguarse con agua bendita... Y esa piedra de altar que besa el sacerdote con entusiasmo como si fuera su novia.

En fin: que las piedras nos sermonean con su silencio. Porque EL SILENCIO HABLA, ¡vaya si habla!
Después de esta larga escapada, dejemos que hable el habla, como ella sabe hacer cuando la dejamos.
Es el caso que, un buen día, me topé con MARTIN HEIDEGGER. Era aquel filósofo que había nacido en BADEN, y traía en los hondones del alma los rumores del Rin, y la sabrosa Sabiduría de las Universidades de HEIDELBERG, FRIBURGO y otras muchas escuelas de renombre. No en vano se había criado a los pechos azules de la Selva Negra. Y venía buscando, ansiosamente, el CLARO DEL BOSQUE.

Fue después de esto cuando leí y saboreé su ‘Carta sobre el Humanismo’. Y me puse a rumiar aquel párrafo evangélico, más sabroso que una tosta de pan con manteca:
"El LENGUAJE es la CASA DEL SER,
En su morada habita el hombre.
Los Pensadores y Poetas
son los guardianes de esa morada.
Su guarda consiste en llevar a cabo
la manifestación del ser...
Ellos la llevan al lenguaje
y allí la custodian".

Cuando salí de mi asombro, el recentadero susurraba a la harina, dentro de la masera, como se dicen cierto requiebros a una novia apetecida, Y se me apareció el ALFABETO, como un enjambre de abejas laborales.

Fue entonces cuando abracé el Diccionario y le comí la boca, con más entusiasmo que Eva cuando saboreó a mordiscos la manzana roja del Paraíso. Porque, allí dentro, estaban todas las cosas del mundo "coseando", cada una a su manera. Y el Mundo «mundeaba», lo mismo que un feto, por salir a la luz.

Cuando desperté de aquella divina borrachera, que los griegos llaman ‘ENTHUSIASMOS» (endiosamiento), volví al Abecedario, como quien regresa a la casa paterna y al huerto familiar.

El hombre era CUIDADO sobre el Mundo, lo mismo que una mujer que cuida su embarazo: vigilancia, custodia, desvelo, ocupación y preocupación por lo que traemos entre manos, o a la puerta de nuestra casa. ¿Ven ustedes la orilla de los ríos que abraza el agua que va al mar? ¡Pues así de solícitos y poniendo en pie el ECOLOGISMO!

Dando un paso más, Heidegger me decía al oído:
"EL HOMBRE ES PASTOR DEL SER». Y este pastoreo se ejerce en la alta majada del lenguaje.

Y yo, como fui motril tres veranos, sé muy bien en qué consiste el pastoreo, del que yo suelo decir que fueron mis tres primeros cursos de universidad. ¡Sí, só: la Universidad de la Majada! ¡El rumio del Mundo que ‘mundea’!

Sólo me queda decir que si las cosas ‘cosean’, el filólogo se cabrea cuando ve la palabras andar a paticoja.

No quiero que se me quede en el tintero decir que en voz alta que EL SILENCIO HABLA. ¡Vaya si habla! Es un monje de clausura que escucha su propio silencio. Es un pozo artesiano y una mujer preñada y parturienta. El silencio despierta al más dormido.

El tío RETRANCA, que tenía más mañas que la galga o freno de un carro, solía decir:
"El despertar al dormido
es un grande mandamiento,
por eso lo empelo yo
cuando les cuento los cuentos".

En mi caso, el silencio es la persona con la que más hablo.
Para invitarles a ustedes a entrar cuanto antes en la gran despensa del lenguaje, nada mejor que traer a cuento aquello que se cuenta de HERÁCLITO ‘el OSCURO’.

Es el caso que llegaron a Éfeso unos extranjeros con el propósito de conocer a Heráclito y escuchar algo de su filosofía. Esperaban encontrarlo en un éxtasis, pero se sorprendieron al verlo sentado, frente al horno de cocer el pan, calentándose la bragadura, porque a los sabios también se les enfrían los argamandijos.

Al verlos pasmados a la puerta, salió Heráclito, y los mandó entrar con estas palabras:
"TAMBIÉN AQUÍ HABITAN LOS DIOSES"
Pindaro decía en la Pitica II:
"El hombre de lengua recta
conserva su predicamento
sea cual sea la forma de estado".

Heráclito tenía buen predicamento para dar y tomar.
Y yo digo con Miguel Torga:
"Sólo me queda
el cilicio mortificante
de la meditación".

Y ya me callo, porque el Sacramento de la Palabra me invita a comulgarlo.
¡Que así sea y AMÉN!
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