El rural imantado

13/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Compra, recompra, vende…no, ahora no que está la bolsa estancada, espera. Y venga a especular, a atesorar papel timbrado y a malograrse a uno mismo sin saber bien qué es eso del parqué bursátil. La escena obliga a replantearse cada pisada cuando las suelas aún pisan barro. No estamos ahí, bailando con los decimales y llenando la cartera de algo que sabe a pan sin sal, aunque nos creamos que pertenecemos al club de los de la corbata porque queremos ser de esos que «entienden». Y con el corazón rural en la mano y el espejo berciano, hay quien sabe poner los puntos al final de la línea y a los que tal vez no estaría mal escuchar los que hablan de desarrollo rural, de soluciones para la despoblación o de la España vaciada. Son los que abren las ventanas cada mañana a la brisa del campo, al espacio que más ocupa en la comarca, los que ponen el desarrollo rural del lado de la naturaleza, como defiende Tyto alba, sin más inventos. El I+D+i del rural es mirarse a sí mismo y no intentar innovar porque sí, buscando ese titular que empiece por inaugurar o crear. Lo creado ya está ahí, pero las palabras políticas funcionan con un imán del polo opuesto al pasarle por encima. Ni se toca lo que es con lo que se promete. Y el rural avanza, por inercia, con lo puesto y la paciencia de que algún día una voz hable de él y no de lo que cree saber de él. Una voz con garganta y unos ojos que miren y una mirada que entienda. Uy, pero existe esa boca que habla y esas pupilas que ven…las mismas que frente a las administraciones son ese imán del revés que no hay manera de arrimar. Por eso avanza cada uno por su lado, en sendas paralelas. Una, de la mano del espacio que da a la ventana abierta, otra, componiendo un esquema desde el ordenador para esa postal que queda tan chula como fondo de escritorio. Está claro cuál es el polo positivo.
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