El rincón de las flores anónimas

22/06/2018
 Actualizado a 11/09/2019
a-la-contra-22-06-2018.jpg
a-la-contra-22-06-2018.jpg
Pedro tenía 22 años cuando combatía en el frente republicano, en uno de esos lugares cuyo nombre va asociado a la memoria de la muerte, las desapariciones, de cadáveres en las cunetas: Canseco. En todos estos pueblos de la montaña central la muerte tuvo instalado su cruel campamento.

Pedro jamás regresó a su cercana casa, en Llombera de Gordón. Podría llegar caminando en pocas horas, pero jamás regresó.

Sin embargo, en Llombera jamás se borró su memoria, su recuerdo de un joven de 22 años al que segaron la vida. Sus familiares averiguaron el lugar donde Pedro fue cubierto de olvido, una esquina del cementerio de Canseco, al lado del osario, enterrado en la tierra al lado de nichos y panteones.

Y cada año su familia, sin que ningún vecino acertara a verlos llegar hasta aquel rincón, depositaba allí unas flores que reverdecían la historia de ‘Los tres de Canseco’ que se escuchaba en las noches de conversación y nieve. «Ahí hay tres hombres y alguien les pone flores».Anónimas flores, sin nombres, sin palabras, sin frases para la historia: flores. Nada más. Nada menos.

La familia de otro de los habitantes de aquel rincón del olvido pidió exhumarlo pero quisieron respetar a aquellas manos anónimas que colocaban flores. Y esperaron hasta que ya no había flores.

Pedro ya no está allí. Sus dos compañeros tampoco, han sido sacados de la tierra y robados al olvido. Pronto serán entregados a sus familias y cada cual le pondrá flores allí donde le parezca.

Y las manos humanitarias que rescataron a los tres soldados posaron allí el último ramo de flores silvestres para el rincón de las flores anónimas.
Lo más leído