El rey león

17/05/2018
 Actualizado a 10/09/2019
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Apenas han transcurrido dos semanas desde que leyera un artículo sobre un leonés que marchaba de León, según él por falta de encargos o apoyos. Una persona que estaba creando en su taller numerosas piezas para distintos países del mundo. En ese momento me sentí completamente identificado y en mi cabeza comenzaron a pasar multitud de nombres que pudiendo estar en nuestra tierra tuvieron, con la maleta en la mano, que salir en busca de algo mejor. Algo que por mucho que le des vueltas, no hallas nunca explicación, salvo en algún refrán que otro, con los que no estoy de acuerdo. Mi trayectoria como docente, comienza en el siglo pasado, y a pesar de contarlo en numerosas ocasiones, sigo sin encontrar sentido a la actitud leonina de imponer la fuerza y agitar la melena, negando lo visible, al menos la vida laboral ejerce testimonio. Déjenme que les diga que el león no es el rey de la selva, ya que no habita esos lugares, es sin duda alguna, el rey de la sabana y para sobrevivir en la misma es mejor el ingenio y la velocidad. En este, mi segundo año consecutivo para impartir titulaciones oficiales de diversa índole dado el carácter de mi currículo y formación, en esta ocasión el destino me lleva a Madrid a las aulas de la Universidad Rey Juan Carlos. Unos meses en los que disfrutaré desarrollando mi potencial sin sentir la presencia de quien coarta, anulando tu valía. Ni lerdo ni perezoso, no albergo enajenamiento alguno, sí la certeza de que esta tierra nunca verá mis frutos crecer, atrás dejo sin pena ni gloria una insípida intrascendencia y acojo con agrado el recibimiento de quien atiende a la lógica y el sentido sin tener que dejar poso alguno de misericordia o favor. El león, rey de la sabana, gran depredador de corte majestuoso y gran fuerza, nunca sale favorable en cualquiera de las fábulas que podamos leer, la hormiga, el ratón, el mosquito, el ciervo, la cabra, los toros, incluso los burros y el pastor, siempre salen victoriosos ante la contienda del gran depredador. Al otro lado, les recomiendo la lectura de ‘Androcles y el león agradecido’, fábula de la que Quevedo contraviene diciendo, «fierísimo es el león, y el sacarle una espina de un pie pagó liberalismo con dar la vida al que se la sacó». Me comulgo ante ustedes y les propongo la siguiente reflexión, que ante mí se aparece y a modo de comulgar puedan sentir identificación alguna, les digo vehementemente y de forma apasionada las siguientes palabras, «hágase tu voluntad si la máxima ambición es devenir león».
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