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El Quijote, se reza

08/06/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Dudando si escribir sobre Don Amancio Ortega, (que alcanza el 2º puesto entre los más ricos del mundo) o sobre Don Andrés Trapiello, (traductor de El Quijote de Cervantes al español moderno) ambos leoneses, ha pesado más la cuestión literaria que le económica, ya que nuestra tierra, si por algo se distingue hogaño (traduzca vuesa merced, don Andrés) es por la literatura y no por el dinero.

En declaraciones a este mismo medio, el jueves, día 4, nos asegura Andrés Trapiello, que «Cervantes escribe muy bien mal, y muy mal bien» así, sin traducción, a pelo, con lo que nos deja, al vulgo iletrado, en un sin vivir y con un ojo a la virulé, como decía mi madre. También asegura que, en leyendo su libro, (el suyo, no el de Cervantes) el lector «va a descubrir mundos nuevos, por ejemplo: que Don Quijote es cada vez más Sancho y Sancho cada vez más don Quijote» ¡Nos ha jodido mayo! (como diría mi padre). Eso, la enjundia, el busilis, de la obra, ya nos lo indicaban todos los profesores en primaria, en secundaria, en el seminario y en los frailes, en las universidades pontificias y en las laicas. Y hasta los más zopencos lo pudimos comprobar a las primeras de cambio.

Pero donde «se da de bruces» (mi hermana dixit) este cronista es cuando don Andrés propone, como prueba definitiva de la bondad de su obra, que los ingleses traducen El Quijote a un inglés moderno. Pero, pregunta uno: ¿En qué inglés lo tradujeron en las primeras ediciones inmediatas a su salida allá por los albores del s.XVII? ¿Y en qué clase de lenguas (casi todas las vivas) se ha traducido El Quijote hasta el momento? No parece, sin embargo, que ello haya impedido al mundo conocer, degustar, entender, y valorar, el mágico testo cervantino, sin que se sepa que estuviera añorando nadie la llegada de un redentor que rescatara de su ignorancia al humano género.

«Hacer asequible a todo el mundo la joya de nuestra literatura», asegura que es el propósito de su trabajo. Eso se consigue elevando la capacidad del lector, no bajando la de la obra. A mucha gente no le gusta ver a Marilyn Monroe en la versión de Andy Warhol, por muy moderna sea, sino en una exacta fotografía. En fin, que este cronista entiende que El Quijote no hay que leerlo sino rezarlo; como los religiosos hacen con el Breviario. Es más lo que se gana en sonoridad que lo que se pierde en detalles. Porque El Quijote no es una charca con ranas, sino una fuente, clara y pura, de sabiduría. ¡Cuánto más me hubiera valido hablar de Amancio Ortega!
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