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«El que mata, estraza»

13/11/2019
 Actualizado a 13/11/2019
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El cambio climático se ha metido en las pocilgas y los gochos ya no temen a San Martín y casi ni a San Andrés. Si esto lo hubieran comentado en la cantina de la señora Raimunda en mi pueblo hace 60 años, nadie se lo hubiera creído. Su imaginación no hubiera dado para tanto ni por mucho que hubiera mermado la cántara de vino entre los feligreses. A ver quién era el guapo que se atrevía a pronunciar semejante idea sin que le colgasen el sambenito de un ‘falampas’ de primera. Ni sabían lo que era el cambio climático ni contaban con que la mosca no se hubiera acabado de morir a estas alturas del año con las ‘jamonas’ que caían. Cuando llegaban estas fechas estaban deseando darle ya ‘matarile’ al gorrino, por muy ‘estudiante’ que pareciera, que era como se les llamaba a los que de gordos tenían más bien poco. Si el hambre apuraba en casa, no tenía ya ni orejas el animal cuando llegaba la hora de estrazarlo. Eso sí, si era gocha se esperaba lo que hiciera falta si estaba alta; y si era verraco, un poco más de pimentón al adobo para matar el sabor. Pero aquellos tiempos trajeron otros y si nuestros abuelos improvisaban filandones en el escaño de Raimunda, ahora los nietos los hacemos en la barra del bar de Andrés recordando muchas de aquellas historias que nos legaron y añadiendo alguna otra que a ellos les hubiera encantado escuchar. Como la de aquel día en que envalentonados retaron a las cuatro de la mañana a Carlos Vizán, un experto matanchín que acuñó la teoría de que «el que mata estraza», a que saltara la pocilga de Herminio para ver si la gocha estaba alta o no ante la inminente llegada de la matanza. Con nocturnidad y alevosía allá entró en busca de la «matrícula» del animal para acabar dando con dos huevos como dos soles. «¡Pero si es gocho!», exclamó ante un concurrido corral que estalló en carcajadas. En aquellas estábamos hace unos años por estas fechas en las que ya deberíamos andar preparando tripas y comprando pimentón. Pero de verdad. No como lo hacemos ahora, que preparamos las tripas para lo que está por llegar al panorama político y compramos pimentón para quitarle el sabor a verraco con el que muchos llegan al Congreso. Es lo que tiene ir a votar en la víspera de San Martín.
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