El puente sin río que inspiró a Julio Llamazares

‘El puente perdido’ fue el título provisional de la novela ‘Vagalume’ y hacía referencia a «una metáfora de la propia», la del puente Blanco de Villahibiera, bajo el que no pasa ningún río

Fulgencio Fernández
28/05/2023
 Actualizado a 28/05/2023
«Los pasos tenían respuesta y el alma un eco» fue el pie que el poeta Antonio Manilla (1989) puso a esta foto | MANUEL MARTÍN (REV. PICO GALLO)
«Los pasos tenían respuesta y el alma un eco» fue el pie que el poeta Antonio Manilla (1989) puso a esta foto | MANUEL MARTÍN (REV. PICO GALLO)
Andaba un poco penitente con el título. Para mí el título es fundamental para saber en qué territorio me muevo. Andaba ahí con un título provisional: hasta que no tengo título, no sé el tono, la atmósfera de la novela… Y tenía un título provisional que era El puente perdido, que es una imagen que está muy presente en el libro, que el protagonista ve como una metáfora de su propia vida». Con estas palabras explicaba Julio Llamazares —en una de las numerosas entrevistas publicadas con motivo de la presentación de Vagalume— cómo es su peregrinaje en busca del título de la novela que está escribiendo y que para él es fundamental.

Después apareció el término gallego vagalume, pero manejó este otro muy leonés pues leonés es ese puente del olvido, un puente sin río, el Puente Blanco de Villahibiera, tal y como él explicaba: «La novela va de vidas que olvidaron su cauce, su curso, como esos puentes perdidos, que también salen en ‘Vagalume’. Como ese Puente Blanco del siglo XVIII en Villahibiera, en el que me inspiro».

En estas épocas electorales se cuenta mucho la anécdota del político que prometió un río y los vecinos le recordaron que no tenían río. «Pues os haré un río». No parece que fuera el origen de este puente sin río pero la historia real parece otra metáfora de la fatalidad del destino. Así lo describía Hispania Nostra en su documentación para inscribirlo en la Lista Roja del patrimonio olvidado. «El Puente Blanco fue construido por los vecinos de la zona en el siglo XVIII para unir las localidades de Cifuentes y Villahibiera, separadas por el río Esla. Nunca llegó a ser utilizado pues, a poco de ser terminado, el río Esla varió su curso durante una riada volviendo a dejar separados a ambos pueblos».

Pasó de esta manera a ser más propicio a la inspiración de poetas (o novelistas) que de agricultores. Ya lo había sido hace casi 35 años cuando en el número de 1989 de la modesta revista cultural Pico Gallo (que editaba la Asociación Cultural La Mediana de Cármenes y en la que también colaboraba Llamazares) dedicó su cuadernillo central, en color y siempre con fotos del gran Manuel Martín a lo que tituló ‘Los puentes del olvido. El puente de Villahibiera’, cuyos cortos pies eran unos minipoemas del entonces joven poeta Antonio Manilla, también de Cármenes. Escribía el poeta:

- Solo una huella, solo senda.

- ¿Aprenderé, al final, a amarte a tí, triunfo sobre el olvido?

- Los pasos tenían respuesta, y el alma un eco.

- Más allá de donde hay retorno.

Descripciones, palabras, cargadas de poesía para este puente sin río que también convertían en Picogallo en filosofía de su editorial del número titulado ‘Los ríos del olvido’, en otro guiño cómplice a Llamazares, y en el que sus autores (habitualmente Ángel Fierro y José Antonio Llamas) escribían sobre algo tan filosófico como el momento de sentarse a escribir, pidiendo perdón por ello: «Parecerá impropio de una publicación como ésta, en la remota provincia donde se ubica, reflexionar sobre temas tan abstractos y trascendentes», pero recuerdan que el río es la vida del valle «y este fluir generoso de agua será también su muerte. Como Vegamián, Riaño, Riello...», aunque el pueblo omañés, entonces luchando contra el pantano, acabó salvándose de su final anunciado.

También recurrían a otro poema de Antonio Manilla (entonces Antonio Félix) para recordar que «solo en los puentes el tiempo quieto» cuando escribe:«Mirando hacia la corriente que confluye hacia mí, se puede ver el pasado; y hacia la que la diverge y nos pasa, el futuro. Ese instante de estar sobre el puente es la única realidad cierta, inmóvil, el momento único que podríamos llamar verdadero».

Un puente que ya no está como la fotografió Manuel Martín pues, dicen en los datos de Hispania Nostra: «Según comentan los vecinos, no existe casa alguna en Villahibiera que no usara alguna de las piedras del puente para su construcción».
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