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El pucherazo naranja

13/03/2019
 Actualizado a 13/09/2019
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Cuánto está costando estos días que Ciudadanos reconozca que ha protagonizado el mayor pucherazo de la historia democrática de España. Aún recuerdo un debate de Albert Rivera con Pablo Iglesias en el que, sin venir a cuento, le sacó a Venezuela, como si solo por nombrar al corrupto país caribeño ya iba a ganar millones de votos. Y resulta que la victoria de Silvia Clemente se debió gracias a los 81 votos que, supuestamente, fueron registrados desde el mismo ordenador y en pocos segundos. Ni siquiera ha sido tan fácil demostrar que Nicolás Maduro gana y gana elecciones con supuestos métodos fraudulentos, pero sí el pucherazo de Ciudadanos. Y encima denunciado por el perjudicado, un Francisco Igea que ahora tendrá la misión casi imposible de hacer olvidar a los votantes que su partido está fuera de dudas, a la vez que tendrá que lidiar con las ganas de su partido de introducir sea como sea a la expresidenta de las Cortes en las listas, no sea que la pobre expopular se quede compuesta y sin cargo. O peor, que tenga que buscarse un trabajo después de 30 años viviendo de la política y, tal y como se está viendo, favoreciendo (supuestamente) a su marido con contratos millonarios.

Silvia Clemente nos ha venido a demostrar que demasiados políticos ven la función pública como una forma rápida de hacer favores a los allegados sin que nada lo impida. Ahora es el PP el que se lleva las manos a la cabeza ante los posibles delitos de la exconsejera de Agricultura o Cultura, entre otros cargos, pero durante sus mandatos jamás hubo sospechas, pese a que ya habían trascendido muchos de sus ‘negocios’. Y mientras, Ciudadanos no tiene ningún problema en recibir a este tipo de políticos porque lo de la regeneración queda muy bien cuando se trata de dar lecciones, pero otra cosa ya es aplicarlo a uno mismo.
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