14/09/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Distinguido público, se dice. El público siempre es distinguido… hasta que deja de serlo. El Teatro Bergidum de Ponferrada acaba de empezar nueva temporada. Antes de la obra que la inauguraba: Toc Toc, el director del teatro, Miguel Ángel Varela, cogió el micrófono para dar la bienvenida al distinguido público y también para recordarle que apagara su teléfono móvil o lo pusiera en modo avión.

Pero hay distinguido público que no es capaz de estar un poco más de hora y media sin decir nada. En un momento clave de la trama, casi al final, la señora de atrás cogió una llamada de su móvil. Vi una luz encenderse a mi espalda y oí: «Estamos en el teatro. Salimos en diez minutos».

Diez minutos. Resultaba imposible estar callada diez minutos más. Imposible no coger esa llamada. Imposible apagar el móvil. Lo que se dice una urgencia. Diez minutos.

Pensé, teniendo en cuenta el tema de la obra, que quizás aquella mujer debía estar en el escenario en lugar de frente a él. No es una excepción. He visto cosas que no creeríais: a ediles municipales contestando ‘whatsapps’, a señores que terminan los parlamentos de los actores o anticipan las acciones: «ahora ya verás cómo hace, cómo dice», y a señoras que desenvuelven caramelos más envueltos que un fardo de cocaína. El respetable público.

Ya puestos, el respetable público podría lanzarse del todo. Que cuando vengan los bailarines vascos de Kukai Dantza, esos espectadores escalen al escenario y les acompañen en sus saltos; que se cuelguen del trapecio cuando llegue la compañía de circo Puntocero; que se pongan medias de rejilla con madreñas para acompañar a Rodrigo Cuevas y, de paso, que cuando se represente el musical sobre las aventuras de Tom Sawyer hagan un homenaje al nombre de la compañía: la Teta Calva. No va sólo por el distinguido público femenino, todos tenemos al menos dos, que yo sepa. Y esta noche, en la zarzuela La Revoltosa, os quiero a todos con mantón de Manila.
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