Alfonso B&W

‘El próximo año a la misma hora’

16/11/2017
 Actualizado a 12/09/2019
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Nunca he sido vergonzoso, aunque debo admitir que algunas veces me sonrojo cuando veo a algún paisano leyendo este su periódico apoyado en la barra del bar y parándose en alguna de las páginas que escribo. No sé si es vergüenza o cierta satisfacción, cierta sensación de que el oficio de juntar letras sigue teniendo sentido pese a que deja también, por qué no decirlo, muchos sinsabores. En el plano personal, no son pocos los conocidos que sólo se acuerdan de uno cuando necesitan salir en el periódico para inmediatamente después dejarte en la cuneta. Y en lo estrictamente profesional, en la batalla periodística del día a día con los gestores de la cosa pública y la sociedad en general, lo cierto es que uno se cansa de encontrar muchos personajes y muy pocas personas. Esta profesión es tan adictiva y apasionante como irritante y exigente y lo bueno que tiene es eso, que sólo ver a alguien que no te conoce de nada leyendo lo que has escrito el día antes hace que todo lo malo pase a un segundo plano y que uno recobre la ilusión por seguir sirviendo a la sociedad a través de un simple teclado. Mis amigos, los de verdad, los que siempre están, saben que algunas veces pienso en cambiar de oficio –ahí está el ambicioso proyecto de la fábrica de madreñas con Félix–, pero al final siempre me acabo percatando de que no valgo para otra cosa que no sea cuidar de este su periódico, que justamente hoy cumple cuatro años. Y dicen que no hay quinto malo, así que, como en la película de Robert Mulligan, quedamos ‘El próximo año a la misma hora’.
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