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El propietario, el entendido y el ajuste de plantilla

20/11/2022
 Actualizado a 20/11/2022
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Tres semanas, siete correos electrónicos redactados con argumentos extensos y concienzudos contra siete contestaciones maquinales, cordialísimas y al límite de lo absurdo de parte de siete ‘personas’ cuyos nombres eran diferentes cada vez y, de tan extravagantes, con dudosa verosimilitud; cuatro descensos a los pozos oscuros del raciocinio, allí de donde no se sale indemne, volquetes de paciencia y unas cuantas maldiciones en voz baja por si me escuchan con sus aparatos de oírlo todo gracias al pérfido móvil. Es lo que me ha costado que me reconozcan como «propietario del perfil de empresa» de la institución pública donde trabajo y procedan a cambiar la defectuosa definición de la misma que podían leer todos cuantos escrutasen su nombre en el principal buscador de Internet y en su sistema de cartografía. Ya saben los nombres de esas ‘firmas’ que no citaré.

Una vez encumbrado a la condición de «propietario», no puedo, sin embargo, cambiar información que considero inadecuada, sino que vuelvo a entrar en un bucle de correos, desvaríos e impotencia. Finalmente me dan la razón solo en una pequeña parte y cambian una palabra. Una. El resto se queda como está porque, según concluyen, lo que se dice no es mentira, aunque a mi juicio sea una información poco veraz y hasta cierto punto inservible. Da igual. Imaginen el texto: «El Museo del Prado no está en un prado y dentro hay cuadros de Tiepolo y cristalería antigua». No es falso, pero sí ridículo. Pues así.

Hay otro sitio más divertido, si cabe. Lo definen así: «web estadounidense que proporciona reseñas de contenido relacionado con viajes. Incluye foros de viajeros. Sus servicios son gratuitos, siendo sus usuarios quienes proporcionan la mayor parte del contenido. Se financia con publicidad». Gratuitos y servicios: no tenemos la misma definición de ambos conceptos. Y su contenido tiene esta credibilidad: entre los museos leoneses el sexto más valorado es un comercio que reproduce objetos de arte medieval y el octavo otra tienda, de suvenires egipcios, que, esta vez sí, se promociona con el rótulo de ‘museo’. El decimoprimero es un museo que ya no existe y el decimocuarto y último ni idea, porque busco y no lo encuentro en ninguna parte.

Conclusión uno: los supuestos «dueños de las empresas» no son responsables de la veracidad de la información que difunden esas entidades; entidades que, por otra parte, usan la reputación ajena para su beneficio con el pretexto de un servicio público o práctico. Entidades cuyos enormes beneficios, por cierto, tributan lo mínimo en este país. Dos: si uno se ausenta de esas webs desaparece. Lo llaman «posición dominante». Tres: cuando tengan alguna queja, quéjense a ellos. Les va a dar igual. Cuatro: ahora se entiende mejor que estén empezando a despedir personal a mansalva. Nos han metido en plantilla a todos.
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