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El precio de un bosque

14/06/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Cuando las razones ambientales son ignoradas, pudiera ser que esté llegando el momento de esgrimir las puramente económicas. Hace unas pocas semanas hemos sufrido uno de los primeros grandes incendios del año. Transcurrido este tiempo, nada se sabe del coste económico derivado de su extinción. Sea ese precio pagado alto o muy alto, tengan por seguro que ha sido infinitamente más bajo que el valor económico (en precio de mercado) de lo que hemos perdido con las abrasadoras llamas. La masa forestal calcinada fue, en buen parte, una masa forestal –que no un bosque– plantada por el hombre con intenciones varias, entre otras, poder llegar a recuperar lo invertido a través de la explotación comercial de lo plantado. Esa rentabilización se plantea por diferentes cauces. El más típico y habitual es mediante la entresaca parcial y, en su momento, mediante la tala de los árboles que hubieran alcanzado el tamaño maderable como para poder entrar en aserradero. Otra forma de aprovechamiento es mediante la explotación de la caza, haciendo cotos o subastas, que esa masa forestal albergara. Súmenle a todo lo ello lo que pudiera recuperarse a través de la colecta de setas, elaboración de miel, pastoreo y otras muchas actividades que sin ser bienes de mercado (con precio tasado), sí que son servicios (que no pagamos directamente), pero que repercuten en la cuenta final de resultados. Entre estos servicios se incluyen la regulación hídrica, la moderación del clima, la captura biológica de CO2 y por tanto la eliminación parcial de uno de los conocidos como gases de efecto invernadero, considerado como uno de los mayores retos del futuro a nivel planetario. Si a esto sumáramos todos los costes salariales que se derivarían de la gestión forestal de las masas quemadas en caso de no haber ardido, fácil sería entender para los neófitos, y mucho más fácil cuantificar para los profesionales del sector, lo que de verdad perdemos, económicamente hablando, cada vez que un monte, nuestro monte, se quema.
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