14/01/2022
 Actualizado a 14/01/2022
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Partir de un problema complejo para elaborar una hipótesis que nos lleve a una solución simple, no tiene por qué ser la mejor manera de afrontar medidas que afecten al conjunto de los ciudadanos, por más que parezca que responden al sentido común.

Si fuese tan fácil, el comunismo habría funcionado al menos una vez de entre las muchas experiencias que irremediablemente han conducido a países al desastre. Un comunista simplón (o muy interesado) diría, como suelen decir, que como hay desigualdad y diferente distribución de la riqueza, que todo el mundo tenga el mismo patrimonio por ley, independientemente de su formación, esfuerzo o condición. Ya no hay ni ricos ni pobres.

A priori parece muy bonito, pero a lo largo de la historia ha quedado patente que esa receta lo que produce son unos graves desajustes, que la gente abandone el esfuerzo, se desprecie los rendimientos y los resultados y todo se vaya al carajo.

En estos momentos estamos asistiendo a una de esas supuestas «soluciones simples» con el precio de los test de antígenos. Los test son fundamentales para controlar la pandemia, en ciertos momentos se produce tensiones en las cadenas de suministros y los precios suben. Pues la solución más simple, la del ‘Camino de Enmedio’ es la de juntarse en el consejo de ministros y decretar el precio máximo de los test.

Curiosamente, como suele pasar con las primeras etapas de los movimientos comunistas, la medida no solo es aceptada por la mayoría de la gente, sino que es aplaudida por mucha de la opinión pública y publicada, con la complicidad de la mayoría de las opciones políticas, sin pensar lo perversa, simplista y poco audaz de la medida.

Recordemos que, al comienzo de la pandemia, más tarde de lo que hubiera sido deseable por la incompetencia de ciertos responsables sanitarios, se produjo un caso similar con las mascarillas, hasta que el Gobierno fijó un precio máximo, cosa que efectivamente solucionó el problema del precio, pero no del stock, costaban menos, pero eran igual o más difícil de encontrar.

En el caso de las mascarillas la solución vino de la mano de la oferta y del libre mercado, de manera que cuando las grandes superficies se pusieron a comercializar mascarillas, el precio se redujo muy por debajo del precio fijado por ley. Maravillas del capitalismo.

Ahora con los test, se vuelve a cometer el error de fijar el precio máximo, sin embargo, se sigue manteniendo como único punto de venta las farmacias con lo que el problema solo se solucionará en parte.

Si quieren una solución completa, dejen vender los test de antígenos en los supermercados y grandes almacenes como pasa en los países de nuestro entorno y dejen que actúe el libre mercado, verán como nos encontramos con la mayor oferta de test y el precio más bajo de toda la pandemia.
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