El poeta que dibuja versos

Sumérgete en la poesía de Emilio Vega, un poeta con mayúsculas que no solo escribe, sino que también dibuja en el viento las palabras que componen sus versos cargados de realidad

Ruy Vega
26/01/2020
 Actualizado a 26/01/2020
Emilio Vega dando a conocer a La Nueva Crónica uno de sus trabajos.
Emilio Vega dando a conocer a La Nueva Crónica uno de sus trabajos.
Es entre las letras, entre los sueños y entre los versos, papá, donde todavía siento el susurro de tus sueños. Son bocanadas de aire que emanan la sincera realidad de tiempos ya pasados, pero que nunca podré olvidar. Quizá sea por ello, o quizá no, o quizá sea porque el destino guardó un hueco en el camino de la certeza, que esta nueva carta habla, una vez más, de un poeta. A veces creo que alguien inventó el lenguaje (puede que lo más acertado sea ‘desarrolló’) para poder llegar algún día a la poesía.

Hay personas que saben volar con solo una hoja en blanco y un lápiz. Escogen instantes precisos y los llevan a los pergaminos de lo necesario. Hay manos que dibujan palabras para que luego muestren hermosura, personas que de lo vivido crean arte y, del arte, un motivo por el que vivir. Puede que todos tengamos un principio y un fin (quién sabe esto último), pero los escritores que nos siguen uniendo a ti y a mí a través de estas cartas me llevan a pensar que el principio es palpable, pero que el fin tan solo es producto de nuestra derrota y, por ello, de una u otra manera, siempre se puede intentar volar mas allá.

Hoy te hablo de un poeta, pero poeta con mayúsculas. De esos que si lo lees no te queda más remedio que sonreír y dar gracias porque sus textos se cruzaran en el mismo camino que tu sendero y tu destino han seleccionado para ti en este caminar zigzagueante. ¿Sabes?, opino, con sinceridad, que al final, de todo lo que hacemos y vivimos, una vez que la luz se apaga, ya solo quedamos como recuerdo de nuestros seres queridos durante una o quizá dos generaciones.

«Hoy te hablo de un poeta, pero poeta con mayúsculas. De esos que si lo lees no te queda más remedio que sonreír y dar gracias»Pero no pasa lo mismo con los textos, impasibles al tiempo, imperecederos, esquivos de lo mortal para seguir un viaje que siempre será eterno para aquellos que sigan accediendo a ellos. Así pues, son las letras las únicas que perdurarán con el viento, las lleve donde las lleve.

Papá, hoy te desgloso con temblorosa mano, por respeto máximo, al gran Emilio Vega. He tenido la suerte de tener entre mis manos no uno, ni dos, ni tres, sino varias de sus obras. Las he leído con admiración. Obras como ‘De espaldas al amor’, ‘Preludio y solo para un amor ausente’, ‘Canción rota de amor bajo la lluvia’ o ‘Por el dulce sendero que conduce a tu nombre’, ya forman parte de mi biblioteca más respetable y, seguramente, recurrente.

Creo que, y de eso hablamos muchas veces, los poetas que hablan con el alma, por contar no solo lo sentido sino también lo vivido, se pueden notar en cada uno de sus versos. Sus letras llevan la melodía de la sinceridad, el poso de la realidad, el trasfondo de lo certero. Y así es Emilio.

Se plasma con rigurosidad y se pueden palpar sus días vividos y sus sentimientos arraigados en versos como «No importa demasiado que nunca me quisieras, / o si algún día lo hiciste, que dejases de hacerlo. / Yo amaba por los dos», precioso, ¿no? Pertenece a ‘Inseparables’.

Como sabes, en cada libro que te recomiendo a través de estas cartas, tengo seleccionados varios textos para animarte a su lectura. En este caso, seleccioné tantos (cuántas veces me ha pasado esto…) que no podré dejártelos todos aquí plasmados. Qué decir, por ejemplo, de unos versos que podría hacer míos, si por vivencia nos movemos. Se trata del poema ‘A voz en grito’, y nos dice: «Te nombro y te lloro… Para al día siguiente / llorar de nuevo y llamarte a voz en grito». Así es, papá… Como también, con una idea similar, rescato de ‘Eras mi luz’ el verso «Eras mi luz, mi norte, mi destino».

Como puedes comprobar hablamos del sentimiento con mayúsculas, del real y del anclado a los minutos de cada día. Sentimiento palpable si has vivido en la tormenta del amor perdido entre parejas, entre padre o madre e hijo, entre un amigo o quizá contigo mismo.

Papá, he tenido la oportunidad de conocer a Emilio. Observaba sus palabras, cada una de ellas, pues cuando alguien habla como él y trasmite como él, la conversación no solo se escucha, sino que también se observa. Parece recrear en el aire los dibujos de realidad y recuerdos que ha sabido plasmar en sus textos. Textos como «Soy un hombre sensible al que no le importuna / entregar su corazón, aunque resulte herido», del poema ‘Mi manera de amar’. Qué maravilla, «no me importuna entregar el corazón aunque resulte herido».

Pero para escribir así, además de haber vivido mil vidas y mil noches amado, además de haber sido feliz y sufrido, hay que creer en la literatura y adorar la lectura sumergiéndote en los libros. Y así lo deja claro Emilio, usando para ello el poema ‘De libros y lecturas’, donde nos regala un «Un libro es un navío con velas desplegadas / a la odisea del conocimiento, / navegando sobre eternas marejadas / por el norte de la rosa de los vientos».

No es fácil, ambos lo sabemos, tener un estilo propio y pulido en este mundo tan globalizado en donde todo se ha visto y se ha leído. Sin embargo, así lo creo, Emilio Vega lo tiene. Tras leer cinco de sus poemarios, creo que podría identificar sus textos entre otros de diversos autores, y es que puede que tener ese estilo propio se deba, precisamente, a que la película que nos rodea se observa desde alguien que compone canciones de belleza con el alma, y cada alma es diferente al resto. No hay dos iguales.

El estilo queda muy bien definido en el libro ‘Por el dulce sendero que conduce a tu nombre’, con versos como «sé que bien necesito / revelarte verbalmente o por escrito / lo que tú me haces sentir y me regalas», de ‘Confesiones’, o también con «Me has dado tanto amor; que cuando llegue el día / serás tú quien ocupe mi último pensamiento», de ‘Cuando llegue el día’. En una ocasión leí que la primera persona a la que llamas cuando te ha ocurrido algo maravilloso es la más importante de tu vida en ese momento. Las palabras de Emilio Vega me llevan a comprender que en quien pienses en el momento del adiós a este mundo material habrá sido la más importante de toda una vida.

Pasados ya dos años de estas ‘Cartas a ninguna parte’, creo que cada uno de los escritores de los que te he hablado forman parte de nuestra historia en común.
Cada uno de ellos, cada línea que han escrito, cada palabra que han manejado con hermosa delicadeza, conforman el camino construido a base de páginas y libros que nos une. Y es que si en vida la literatura nos llevó a compartir momentos maravillosos, ahora ha logrado mantenernos unidos allá donde estás.
‘Mañana’, de Emilio Vega: «Y si te hubieras ido; sublimaré tu nombre / con un libro de versos que refleje en sus páginas / el vitral de colores que descubrí en tus ojos, / la luz del corazón, el ventanal del alma / de aquella catedral, que mientras convivimos, / elevaste con amor a mi esperanza».

Porque no hay nada más que eso: el amor, la vida, el sufrimiento y el recuerdo y, ¿sabes?, todo eso lo engloba la literatura.
Papá, no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.
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