carmen-busmayorb.jpg

El poeta de las tres heridas

09/06/2017
 Actualizado a 15/09/2019
Guardar
Hace mucho tiempo que su claridad, su coraje, su coherencia y su vibrante hacer poético han entrado en mi devoción, algo así como a mediados de los años setenta, en mi época universitaria en la Complutense. Desde entonces no se ha disipado en mi recuerdo para nada. No sólo conversaba y converso con él a menudo sino que también he llegado a escribirle, tal revela mi poema ‘Carta de Josefina Manresa a Miguel Hernández’ nacido a fines de los ochenta y cuyo motor de arranque son estas dramáticas líneas hernandianas dirigidas a su esposa: «Josefina: manda inmediatamente tres o cuatro kilos de algodón y gasa; que no podré curarme hoy si no me los mandas».

La luz de esta tarde posee el gesto moreno de los cabreros y es bondadosa como el poeta muerto en la prisión de Alicante el 28 de marzo de 1942, cuyo cadáver ha sido depositado en el nicho 1009 del cementerio de dicha capital. Han pasado, por lo tanto, setenta y cinco años y pese a ello sigue vivo. No hay más que escuchar a Juan Manuel Serrat, la estadounidense Joan Baez, la griega Aliki Kayaloglou o la leonesa Isa, integrada en el grupo Mil9, interpretando a través de la música los versos del poema ‘Llegó con tres heridas’ o también al hasta hace poco habitante granadino Enrique Morente quien ha transportado al flamenco muchos de sus poemas o igualmente prestar atención a actos en su honor como el realizado en la Facultad de Filosofía y Letras el 31 de mayo por el grupo ‘IsaMil9’ (obsérvese su nombre) tan seguidor de su pensamiento, vida y obra bajo el casero marchamo de ‘Me llamo barro’ o igualmente, igualmente el movimiento de su nombre en librerías y bibliotecas además de otros eventos a él dirigidos.

Está claro que nos hallamos ante un hombre grande, grande, sin miedo, al que le faltó tiempo para decir envejezco. El mismo que en su adolescencia amó con brevedad a Carmen Semper, ‘La Calabacica’, y más tarde tuvo una relación ante todo epistolar con la poeta murciana María Cegarra y otra de signo bien distinto con la desinhibida, trotada, cruel, burladora, desconsiderada, según los investigadores hernandianos, pintora surrealista gallega Maruja Mallo, además de la triunfante con su esposa, la costurera «casta y sencilla» Josefina Manresa Marhuenda , original de Quesada, Jaén. y madre de sus dos hijos Manuel Ramón y Manuel Miguel (Manolillo). El mismo hombre que fue amigo leal de tan destacadas mujeres como María Zambrano, Carmen Conde, María Teresa León o Delia del Carril, esposa de su valedor el poeta chileno Pablo Neruda. Digamos que éstas son varias de las mujeres descollantes en la vida de Miguel Hernández, pero sin olvidar nunca a su muy querida madre Concepción Gilabert Giner, ‘Concheta’.

Mucho más me gustaría agregar sobre el oriolano, el Visenterre, el poeta de las tres heridas, la del amor, la de la muerte, la de la vida. No obstante me conformo con estos tres o cuatro pequeños remaches: a menudo regreso a mi poema ‘Carta de Josefina Manresa a Miguel Hernández’ atraída por señales apremiantes; en su lectura, en ocasiones, se descuelgan gotas saladas de las nubes campesinas de mis ojos; el verano, Miguel, ya viene en camino. Por siempre. Por siempre.
Lo más leído