El plinto y las espalderas

03/05/2022
 Actualizado a 03/05/2022
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Hay imágenes que definen una época y palabras que marcan unos tiempos. Cuando escuches a alguien que habla de filminas en vez de diapositivas no dudes que están ante alguien que estudió en los frailes o el seminario, pero, sobre todo, con alguien que fue a la catequesis del pueblo, aquella en la que el párroco reunía a la rapacería con los últimos inventos de la ciencia y remataban las tardes de frío y sacristía con una excursión al mar, generalmente «a la mar de Gijón», que es como la playa de todos los leoneses.

La foto nos traslada a aquellos tiempos en los que se pasó de los patios de cemento y piernas destrozadas a los pabellones de deportes, con máquinas tan sofisticadas como el plinto y las espalderas. Menuda novedad para los que veníamos de correr por los huertos y los obstáculos siempre eran saltar la pared hecha en piedra seca, que te obligaba al esfuerzo de librarla porque marchar de morros era un peligro más que evidente.

Tal vez por ello me niego a ir a conocer las instalaciones del Centro de Alto Rendimiento leonés pues temo que al ver aquellas máquinas me haga sentir que vengo de los tiempos de los hombres de Arintero, los que ahora llaman mesolíticos y sus descubridores bautizaron como Ataúlfo y Wenceslao.

Por suerte, algo me hace sentirme en nuestros tiempos, el paraguas olvidado; un clásico ya que nadie ha descubierto una fórmula que se hace muy necesaria, alguna moderna aplicación que te recuerde cuando sales a la calle y hace sol que cuando entraste al bar, el gimnasio o lo que sea estaba lloviendo;es decir, que llevabas paraguas y ahora marchas sin él.

Pero mucho me temo que los sabios estén para otros menesteres, al menos los que yo conozco.
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