21/09/2019
 Actualizado a 21/09/2019
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El Gobierno Vasco ha ido hasta el infinito y más allá. El pasado jueves, en el programa de Alsina, el director general de la vivienda, explicaba las nuevas propuestas sobre la distribución de la vivienda.

Tuve que volver a escuchar la entrevista detenidamente, ya que el día que se emitió, no presté toda la atención que requería semejante interviú, ya que iba en el coche con la ‘madre en apuros’ y el pequeño Dimas febril en busca de la pediatra. Una vez calmados los ánimos, tomado el antibiótico, y con permiso de la madre que me cubrió, fui al gimnasio de Iñaqui, el de los mayores de cuarenta (les adelanto que ahora soy Fitness), y allí, entre bicicletas, cintas y elípticas asesinas, volví a escuchar la entrevista.

Dormitorios de diez metros, cocinas de seis conectadas con el salón comedor… ¡Qué se lo digan a Luis Fuentes! Acabar con la jerarquización de los dormitorios, donde el llamado ‘principal’, el más grande, el que de toda la vida iba destinado a los padres, donde no se podía entrar… es cosa del pasado.

Porque lo que se pretende es unificarlos, y por tanto construir dormitorios mayores. Ya que hay distintos tipos de familia y los hijos permanecen en casa hasta más tarde «¿Qué los vamos a tener hasta los treinta en seis metros cuadrados?»

Cocinas unidas al salón comedor para que las parejas puedan compartir las tareas domésticas, y según este director general, para no aislar a la persona que está cocinando.

Tales memeces, explicadas con tanto desparpajo, te llevan a pensar que están de choteo, pero no, es cierto, y de momento, es un proyecto, pero con el tiempo se podrá aprobar, y en cuanto entre en vigor será de obligado cumplimiento.

Les diré que no sé por donde empezar, en mi casa he tenido la suerte de tener una habitación para mi sólo, pequeña, pero no estoy traumatizado y eso que daba a un patio interior feo de narices. A mi me gusta mucho aislarme, y ahora mismo estoy escribiendo esta columna desde la cocina, con una café, aislado y feliz. Cocino poco, pero me gusta hacerlo aislado y sin contaminar con olores el salón. Imagínense la variedad de olores que ofrecerá el personal, porque no, no se engañen los olores de la chaquetina no se van únicamente dejándola al sereno.

Yo me llevo de lujo con Sofía, incluso hasta algún viernes (si nos dejan) tomamos una caña en los bares de moda, pero alguna vez, fruto de la convivencia, alguno de los dos ha tenido la necesidad de exaltar “las grandes cualidades del otro”. ¿Se imaginan que no hay paredes donde refugiarse? Pues no, porque lo que satisface plenamente al ser humano es ir a la cocina, cerrar la puerta (siempre con golpe seco) y ¡declamar!
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