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‘El Pica’ pleitista

15/09/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Le conocen por el sobrenombre de ‘el Pica’. Y con este remoquete acabará sus días. José Antonio de Santiago Juárez, hasta anteayer un hombre poderosísimo en las Cortes de Castilla y León, y hoy concejal de su pueblo, Valladolid, ha patinado. Él y alguno más en la sombra, que siguen formando la capillita del Partido Popular de la región. Bajarse del corcel ‘herreriano’ y pisar tierra firme ha sido como una posta de sal en el culo.

De Santiago, reconvertido en munícipe raso de la oposición en la ciudad del Pisuerga, ha querido retomar –¿siguiendo, quizás, órdenes oscurecidas?– protagonismo y visibilidad en los papeles y en las televisiones, en las radios y en los digitales, al anunciar que la capital autonómica de esta mastuerza región, adulterada y postiza, tiene que ser Valladolid. De facto lo es, como muy bien apuntaba días atrás en un atinado artículo de opinión en este periódico el compañero José Antonio Turrado. Pero Valladolid, que lo tiene todo, quiere más. Siempre más. Todo le parece poco.

Es muy razonable pensar que uno de los ‘problemas’ inconfesables del transmutado a edil es que desde joven –y de eso hace la de dios– haya estado –ha estado– rodeado por el poder. Su padre, Antolín de Santiago y Juárez, desempeñó diversos cargos públicos en la época franquista: alcalde de Valladolid, gobernador Civil de Cádiz y de Burgos, procurador en Cortes, delegado de Información y Turismo, taurino acreditado… en fin, un extenso, poderoso y mandón currículum por aquellas calendas.

Pues bien, De Santiago Juárez (don José Antonio), nacido en Valladolid –su ancestro era salmantino– se empeña en heñir un cisma innecesario. Y tonto. Por un lado, crea una polémica que no tiene pies ni cabeza, y, de forma paralela, le da por el ‘farplús’ –que dice el amigo Martín cuando se pone filosófico– a su propio partido. Y a Fernández Mañueco, al que quieren comer la merienda. Esto último acaso sea el fin de la cuestión, el objetivo indecible, después de verse desalojado –él y otros varios– de la sede comunitaria de Villa del Prado. Porque, en honor a la verdad, si en las primarias del partido celebradas a principios de 2017 hubiese ganado Antonio Silván, De Santiago continuaría mandando. Con dos pelotas y un palo. Y, como siempre, en un puesto clave del parlamento autonómico. Visto el resultado, la aspiración fue vana y el machito un sueño.

Por lo tanto, la agitación popular de la capitalidad, apoyada naturalmente por los sectores económicos y sociales vallisoletanos –que, por sistema, son los favorecidos– sólo sirve para menoscabar la credibilidad generalizada del Partido Popular. A este ritmo y con tanta zanganada no les van a votar ni los afiliados. El tiempo lo dirá.
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