Imagen Juan María García Campal

El peor virus mutante

04/03/2020
 Actualizado a 04/03/2020
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Escribo nocturno, mientras el viento Jorge silva por esquinas y rincones y hace castañuelas de las persianas, mientras los coches que circulan cantan que «detrás de los cristales llueve». Escribo, sobre todo, mientras sonrío agradecido al sol de marzo y la reconquista de los espacios por los brotes de los árboles, por las floraciones de arbustos y prados, por los mirlos, por… la vida.

Escribo recordando una crítica radiofónica de un periodista regional a una lideresa mañanera de una televisión sensacional-alarmista que se tomó la temperatura corporal en directo. Recordaba el cabal crítico que la toma de temperatura corporal más fiable no es la oral ni la axilar, sino la rectal y apuntaba que debería ser la más recomendada por las autoridades sanitarias pues además de ser la más fidedigna ayudaría también, sin duda, a detectar tontos del culo. Censo este del que cada día, creo, estamos más necesitados. Porque hay que ver lo tontos que son sin, a veces, parecerlo y el daño público y privado que hacen y pueden hacer.

Uno, que por más que yerre, busca, por prescripción facultativa, bondades y bellezas hasta en medio de los peores aconteceres de días y vida, no duda de las que traer puede esta emergencia epidemiológica, al menos, en el sentido de saber con quién se gasta o comparte tiempo y espacio.

No hablaré de la comercial desaparición de las mascarillas y despreciaré el robo fraudulento que de ellas se ha hecho en algunos hospitales públicos. Ojalá se conozca al o los insolidarios ladrones para retirarles lo que proceda según sean amigos, conocidos, distinguidos, saludados o nada y brindarles el público desprecio. ¡Ay!, esos incívicos virus que tanto enseñan e infectan la convivencia cívica.

¡Ay, con qué facilidad!, regresan algunos a la tribu, a sus hechiceros expertos en el manejo de miedos y hechicerías.

¿Se lo repito? Extremar la higiene: lavar las manos frecuentemente y no llevárselas a ojos, nariz ni boca. Eso sí, sin arramplar con todo el gel limpiador de manos, por favor, que tengo gatos mimosos y me paso más tiempo en el lavabo que en mis placenteros quehaceres.

En fin, humanas cosas de la amnesia o del ansia de eternidad. Pasará el coronavirus, llegarán otras amenazas y tratamientos y sobre todas ellas permanecerá la muerte como sabida parte esencial, último acto, de la vida.

¡Más fe en la ciencia y menos credulidad con las supersticiones! No hay peor virus que el de la ignorancia. Muta presto al miedo y raudo al pánico.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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