13/05/2021
 Actualizado a 13/05/2021
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Dijo Pablo Casado al presidente del Gobierno en la última sesión de control en el Congreso de los Diputados que aun no ha mediado esta legislatura agónica y ya anda como pato cojo buscando orilla donde resguardarse. Se queda cojo también el líder del PP porque este gobierno de coalición siempre ha caminado renco. El pacto del abrazo hueco, de esos abrazos que no abrazan nada que cantaría Andrés Suárez, siempre estuvo falto de apoyos y hasta de equilibrio. Es un gobierno al que le pesan los extremos y se le dobla la curtida piel de toro por las esquinas del desafiante independentismo catalán y el indigno EH Bildu desde la misma investidura. Un pato, con perdón a todos los ánades, tan cojo que hasta es un ejecutivo de Sánchez y de Iglesias, pero ya sin Iglesias. Con una vicepresidencia de Podemos que ostenta Yolanda Díaz que no pertenece a Podemos porque los morados además de paticojos andan mancos y sin liderazgo.

La cojera del socialismo que renegó del PSOE es una deuda que nunca termina de pagarse. Las cuotas con los herederos del terrorismo vasco llegan puntuales todos los viernes con el acercamiento de presos etarras en una tortura de gota china a nuestra acosada democracia. Los recibos del independentismo los verbaliza Rufián los miércoles que hay sesión en el hemiciclo para que, a pesar del optimismo insultante de Pedro Sánchez que declama haber vencido por segunda vez al virus, no se despisten en el Consejo de Ministros. Advertía el portavoz de ERC, aunque sonó a amenaza, que «lo que no haga ahora no lo va a hacer con un gobierno de PP y Vox y si no pregúntenle a Zapatero». Lo hacía justo después de que el presidente desnudo suplicara estabilidad para afrontar los treinta y dos meses restantes de una legislatura que nunca dependió del PSOE. Sí que debe haber hablado Sánchez con Zapatero para resucitar la campaña de los ‘brotes verdes’. Un verde sin esperanza cuando acecha, como entonces, la más oscura tormenta.
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