19/03/2020
 Actualizado a 19/03/2020
Guardar
Siempre he pensado que, más que una sociedad, los españolitos formamos un rebaño. Solo tenemos que ver lo tranquilos que estamos y lo buenos y solidarios que nos volvemos nada más que nos ponen el pastor eléctrico alrededor para evitar que nos movamos en demasía.

Ha tenido que venir la pandemia coronavírica para ver en este nuestro país hechos realmente inéditos. Y no me refiero –por mucho que lo repitieran los locutores de continuidad de radios y televisiones– a que ayer el hemiciclo en el que todos estamos representados clamase al vacío, porque para eso únicamente hay que retrotraerse al último día que se debatió sobre el futuro inmediato de nuestro campo.

Realmente inédito habría sido que ese día todos los gestores de la cosa pública se hubiesen unido para apostar de verdad por nuestro medio rural y para lograr así que en nuestros pequeños pueblos también hubiese quórum para poder salir ahora al balcón y aplaudir a los que siguen dando el callo para que todo funcione. Pero no, ese día el hemiciclo también clamaba al vacío pese a que no había ningún riesgo de contagio y pese a que se trataba de uno de los sectores a los que ahora todos imploran ayuda para garantizar el abastecimiento de las estanterías de los supermercados.

Realmente inédito es que vecinos que hasta ahora se saludaban a la fuerza y con un leve arqueo de cejas hayan mutado y estos días charlen, sonrían y se emocionen juntos mientras aplauden con sus familias en las ventanas.

Realmente inédito es que los mismos jóvenes que ignoraban e incluso llegaban a atropellar a las personas mayores cuando se cruzaban con ellas cada día en el portal o en la calle ahora se vuelquen para ayudarles en su solitario día a día y les hagan los recados.

Realmente inédito sería que todo siguiese así cuando la patulea coronavírica sea historia por fin. ¿Se imagina que nuestra actitud de estos días se mantuviese en circunstancias normales? España sería la hostia, por no decir la rehostia, pero la tristeza nubla de inmediato ese sueño por mi firme convencimiento de que nuestra conciencia de país se desvanece en cuanto nos quitan el pastor.
Lo más leído