El parador fantasma

La noticia sobre la musealización de San Marcos lleva a Bruno Marcos a recordar el pasado como prisión del hoy parador nacional

Bruno Marcos
04/02/2020
 Actualizado a 04/02/2020
Acción de Luis Melón en 2015 en la que se escribieron 6.000 nombres de presos de la Guerra Civil en San Marcos. | JUAN LUIS GARCÍA
Acción de Luis Melón en 2015 en la que se escribieron 6.000 nombres de presos de la Guerra Civil en San Marcos. | JUAN LUIS GARCÍA
A Francisco Umbral, durante el tiempo de su juventud que pasó en nuestra ciudad iniciándose en la literatura y el periodismo, le gustaba mucho imaginar la estancia de Quevedo en la prisión de San Marcos. El poeta del Siglo de Oro se quejaba amargamente de que le habían sacado en plena noche de casa sin capa y sin camisa, con todo el rigor del invierno, y traído a espuela hasta la celda en la que tres heridas, con los fríos y vecindad de un río que tenía a la cabecera, se le habían cancerado por falta de cirujano.

Sin embargo a Umbral esa presencia aun dolorosa le gustaba, miraba los chopos tristes de la orilla del Bernesga y pensaba que iguales los vería Quevedo desde su angosto calabozo e ideas poéticas le venían como al otro. Se preguntaba sobre las cosas que el río oiría al malhumorado clásico, aunque no encontraba al Bernesga muy interesado en los clásicos pues lo veía remolonear y no fluir como debiera directo hacia el ‘mar que es el morir’, como dejara decretado ese otro gran clásico nuestro, Jorge Manrique.

Hay conjeturas varias sobre la celda exacta en la que padeció Quevedo porque nadie ha dado en el edificio con una estancia que corresponda a los datos reflejados por don Francisco: «Tiene de latitud esta sepultura, donde encerrado vivo, veinticuatro pies escasos y diecinueve de ancho. La techumbre y paredes están por muchas partes desmoronadas a fuerza de humedad; y todo tan negro que más parece recogimiento de ladrones fugitivos que prisión de un hombre honrado. Para entrar en ella hay que pasar dos puertas que no se diferencian en lo fuerte; una está al piso del convento y otra al de mi cárcel, después de veintisiete escalones que tienen traza de despeñadero».

Aun así querían poner una placa conmemorativa de sus sufrimientos aunque no sabían dónde. ¡Qué cosas tenemos en España! Ignoramos, encarcelamos, mandamos al exilio o, incluso, fusilamos a nuestros genios y luego investigamos sus horrores y acaso les ponemos una placa, una placa que se pone ya a su fantasma.

Todo esto me viene a la mente al leer en la prensa que se reunieron la semana pasada un comité de expertos para musealizar el parador nacional de San Marcos, a la sazón y como hemos visto prisión antaño de Quevedo y de muchos otros no hace tanto, ya que fue uno de los más grandes campos de concentración durante la guerra civil española. No sé si se acordarían del detalle de Quevedo y de los sufrimientos de los otros miles de presos en esas reuniones, si decidirían musealizar sus tragedias, sus angustias y torturas, ponerles unas placas conmemorativas, o una sola placa que englobe a todo el parador fantasma.
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