El palomar de Santas Martas: "No es el palomar, son las lecciones de vida que encierra"

Irma Basarte es la fundadora, y presidenta, de la Asociación de Amigos de los palomares de León. Nadie podía esperar de ella otro destino, un palomar, y entre ellos el de Santas Martas, que ella misma restauró con sus manos... y las de su familia

Fulgencio Fernández
01/03/2021
 Actualizado a 01/03/2021
El palomar de Santas Martas ya restaurado y con los habituales vecinos ya instalados, la pareja de cigüeñas que anida sobre el recuperado edificio. | IRMA BASARTE
El palomar de Santas Martas ya restaurado y con los habituales vecinos ya instalados, la pareja de cigüeñas que anida sobre el recuperado edificio. | IRMA BASARTE
Cuando a alguien le cambian su apellido ‘natural’ —Basarte en este caso— por otro tan significativo como ‘la utópica’ te puedes acercar a ella con la seguridad de que te vas a encontrar ante una persona especial, como todas las que creen en las utopías; generosa, como todas las que le regalan su tiempo y vida a una causa tan complicada que es una utopía; optimista, contra todo pronóstico y que es capaz de contagiar a gente que se va subiendo a su carro de sueños, que les va regalando victorias por el camino para que nadie se apee de la meta buscada.

Lo singular, tal vez no tanto, es la utopía de Irma Basarte, la utópica. Se ha empeñado en documentar, recuperar, salvar a los palomares de la provincia, que son muchos, más de 1300 ha fotografiado, conocido y documentado como parte de su proyecto en la asociación que ella misma fundó y ahora preside, la Asociación de Amigos de los Palomares de León, cuya presidencia de honor ostenta Concha Casado, en un guiño de reconocimiento a la labor de la recordada etnógrafa pero también como una seña de identidad del trabajo, en el que mantienen la pasión y la constancia de ‘doña Concha’ así como ese carácter incapaz de tirar la toalla por duro que se intuya el reto.

Así fue como esta leonesa, aunque nació en Zurich (1969) pues es hija de la emigración, se puso manos a la obra con un proyecto que parecía inabarcable pero fue haciendo realidad. «Desde los Oteros que arranqué y fui recorriendo comarcas, el Bierzo, Cabrera, el Páramo... son más de 1300 y creo que me quedan muy pocos por documentar», explicaba.

Como gasolina para este complicado camino se ha ido encontrando, además de complicidades cercanas —José Antonio Carbajo, Miguel su compañero...— algunos hechos que alimentan su utopía; algunos reconocimientos o cuando, por ejemplo, una pareja de holandeses entra en contacto con ella con una sugerente noticia. «Fue en 2012 cuando Hanneke y Ruud Loman desde Holanda se interesaron por nuestro asociación con la idea de financiar, y lo hicieron, la restauración del palomar del Monasterio de Carracedo, para llenarlo de palomas. Cuando las palomas que habitaban en el Monasterio se mudaron al palomar se consumó esa utopía construida de pequeños pasos como éste». O cuando una revista como Vogue elige los palomares como telón de fondo para uno de sus reportajes y antes lo había hecho (en 2018) la prestigiosa National Geographic publicó un reportaje sobre los palomares que, «curiosamente coincidió con mi cumpleaños, en diciembre, fue como un regalo especial», aunque no podía evitar una reflexión con un rictus de tristeza. «Es cierto que mucha  gente se alegró al ver sus adobes y tapiales en estas revistas de gran prestigio, pero a mí me produjo mucha pena, porque, desgraciadamente, en nuestra provincia los palomares hace muchos años que han pasado de moda». Pero ella sigue.

Pedirle a Irma Basarte que nos lleve a un rincón es como tener un seguro que el destino será un palomar, conscientes de que hay más de 1300 posibles destinos.
- ¿Ya elegiste?
- Sí; Santas Martas.
- ¿Y eso?
- Por muchas razones. La primera, es el nuestro (de Miguel y ella) con lo cual no nos metemos en berenjenales con nadie y, después, es un destino cercano, asequible para todos, modesto y en el que se empezó de cero porque estaba prácticamente caído».

Recuerda Irma que supieron que se vendía el palomar y se pusieron manos a la obra. «El primer contratiempo fue que el palomar era de una persona y la finca de otras, cosas de las magníficas concentraciones parcelarias, y tuvimos que poner de acuerdo a los dos. Lo logramos».

El mismo día que iban a firmar la compra se derrumbó una de las paredes, lo que les colocó ante la evidencia de que iban a empezar casi de cero. «Hace diez años y nos pusimos a ello con mucho entusiasmo. Miguel y yo tiramos de toda la familia, amigos, y poco a poco iba saliendo».

- ¿Sabíais trabajar el barro?
- A ver, trabajar el barro no es tan complicado, a fin de cuentas en paja picada, tierra buena y agua; pero es cierto que cada vez queda menos gente que lo trabaja. Nosotros, la  verdad, lo que hicimos fue coger los adobes ‘enteros’ que iban tirando en muchos lugares pues ya se sabe que el ladrillo se ha apoderado de todo.

Y aquel modesto palomar albergó pronto palomas, pichones, un nido de cigüeñas rematando el tejado y hasta un nido de cernícalos en su exterior. «Cuando se llena de ratones aparecen las lechuzas; una de ellas anidó y tuvo seis pollos, que no es nada normal. Tenemos de todo», explica Irma que dice que «un palomar no es solamente el palomar, es la lección de vida que supone conocerlo y vivirlo».

Ahora sabe que le toca revocar, cada 10 años, pero este maldito año le impide esta obra y las visitas que siempre hacía;y las visitas. Muchas restauraciones están paradas, «pero todo volverá». No en vano es La utópica.
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