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‘El Paisabús’

28/01/2021
 Actualizado a 28/01/2021
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Si es cierto eso de que hay más días que longanizas parece lógico que los haya para casi todo. Hoy, por ejemplo, es el Día del Bibliobús, esa biblioteca sobre ruedas que recorre los pueblos acercando a niños y no tan niños una cultura que casi siempre les queda a desmano.

Muchos de los que crecimos en la escuela rural recordamos con cariño aquellos días en los que subíamos en él para coger un nuevo libro de ‘El barco de vapor’ o de un pelirrojo llamado Teo. La semilla de la afición a la lectura de muchos vecinos de los pueblos de León se encuentra, precisamente, en aquellas llegadas del bibliobús con su inconfundible melodía. Sin embargo, para ser efectivo, todo intercambio cultural debe ser siempre bidireccional y sigo echando en falta otro autobús que lleve a los núcleos urbanos todo ese saber que encierran nuestros pueblos.

Un ‘Paisabús’, o llámenlo como quieran, que monte a un paisano y a una paisana de Galleguillos de Campos, Taranilla o Valdeviejas y que los aparque en medio de Ordoño II o de la Castellana. Allí, en pleno bullicio de la ciudad, niños y no tan niños recibirían un máster en calidad de vida. El profesor llevaría su boina, la profesora su mandil, y explicarían a sus despistados alumnos unas nociones básicas de saberes ancestrales, de remedios transmitidos de una generación a la siguiente, de profesiones en riesgo de desaparecer. Al ‘Paisabús’ se subiría en madreñas y se aprendería cómo ordeñar las ubres para tener la mejor leche, que las hojas de laurel son una buena solución para la artritis y que cuando el cielo se pone del color de la panza de un burro es señal inequívoca de que pronto se pondrá a nevar.

Otros saberes, tan importantes o más que los de los libros y totalmente compatibles con ellos. Sin duda, las personas más sabias e inteligentes que he conocido habitan en el medio rural, pero también algunas de las más cultas. Algo en lo que el bibliobús conmemorado hoy tiene mucho que decir y que es fundamental que se entienda para que nuestros pueblos y, sobre todo, sus formas de vida tengan el respeto que merecen. Para que lo tenga esa cultura de siempre, asentada en la dignidad del esfuerzo. La de la azada y la artesa, la del abono y el humero. La del pastor, la del labrador. La de quien no olvida sus raíces y la de quien elige vivir a su manera. La única que puede aportar al progreso la humanidad que tanto necesita.
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