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El olvido de la Real Cañada

09/09/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Los tres ejes que han vertebrado históricamente el antiguo reino leonés y las tierras de Extremadura vienen sufriendo el desmantelamiento y el olvido. Tal es el caso de la Vía de la Plata, de Mérida a Astorga, utilizada como pretexto para falsificar, ahora impunemente, su calzada romana en beneficio de otros trayectos. Otro tanto sucede con la Línea del Oeste, el ferrocarril entre Astorga y Palazuelo-Empalme (Plasencia), comodín de parloteo político hace escasas fechas, con las propuestas más dispares y pintorescas, es decir, ineficaces. Y ni mención siquiera merece ya la otra senda, la Cañada Real de la Plata o de la Vizana.

En la década de los 80 del pasado siglo, época previa, pues, a las transferencias del Estado hacia los entes regionales, era actualidad el estudio y discusión pública del aprovechamiento turístico de la cañadas reales, promovidos por el ministerio del ramo (englobaba el turismo, transportes y comunicaciones). El modelo europeo en el que fijarse era el francés, que contaba con un diseño ya experimentado del desarrollo de las áreas rurales a través de los llamados ‘senderos peatonales’. En España se dio primacía, en una primera fase, a la Cañada de la Plata: fue elaborado un ambicioso plan para su promoción, que partía de un análisis detallado de su situación real, de la legislación entonces vigente; propugnaba actuaciones concretas para su señalización y balizamiento, en aras a su disfrute, bien a través del senderismo, del cicloturismo o con vehículos todoterreno. Contemplaba los recursos existentes en el entorno, patrimoniales, naturales, de hospedaje, y delataba cuáles precisarían una nueva implantación.

La Cañada de la Plata tiene su origen en el valle de San Emiliano, y hasta Astorga atraviesa el valle del río Luna, Las Omañas y el valle del Tuerto. Cruza las provincias de Zamora, Salamanca, Cáceres, para confluir en Trujillo con la Cañada Real Leonesa Occidental. Sus ochenta varas de ancho (unos 75 m) se hallan hoy en gran parte ocupadas, ya por venta legal, efectuada en algunos de sus tramos, o por usurpación, fundamentalmente por agricultores con fincas colindantes. La dotación del ferrocarril en la segunda mitad del XIX ocasionó, a partir de 1891, el abandono de la Cañada en gran parte de su trazado. Así, en la Línea del Oeste (abierta en 1896) se construyeron en varias estaciones embarcaderos, desde Astorga a Palazuelo-Empalme, de suerte que en abril las ovejas eran transportadas en vagones adecuados hacia la Extremadura, y en octubre, por el mismo medio de transporte, retornaban a Astorga para transitar por la Cañada, cordeles, veredas o coladas, a sus lugares de destino. Los cambios económicos, la posibilidad de alimentación con piensos, han acabado, prácticamente, con un modo de vida y de relación humana, entre la meseta y la montaña, milenarios.

Previo a El Honrado Concejo de la Mesta, de 1273, ya existían organizaciones para arbitrar lo relativo a la trashumancia de los rebaños, eran las llamadas Mestas Locales, incardinadas en los usos y costumbres concejiles. Llegará a ser considerada esencial para la economía del Reino con el comercio de la lana esquilada (embarcada en los puertos norteños hacia Inglaterra y Flandes), fundamentalmente por parte de los monarcas Carlos I y Felipe II. Y sus prerrogativas serán gran motivo de discusión y petición de reforma por parte de ilustrados como Jovellanos. Una actividad económica del calibre de la trashumancia requiere una compleja organización administrativa y judicial, constituida por los llamados «miembros, asambleas y funcionarios como el presidente, los procuradores, contadores y alcaldes»; unas dotaciones, tales como los descansaderos, fuentes de abrevadero, contaderos, puentes y majadas.

Si importantes han sido la organización y desenvolvimiento de una actividad pastoril trashumante, no menos interés conllevan los lazos establecidos entre los pobladores de tan extenso territorio. Muchos pastores iban acompañados en la trashumancia por sus familias, que habrían de vivir unos siete meses lejos del hogar familiar; constituían la cabaña no solo el ganado lanar, también vacas, cerdos…, y los pastores y zagales eran auxiliados por perros mastines. La Cañada de la Plata ha sido un factor de interrelación, de cohesión, entre diversos pueblos de España. Estamos, pues, aludiendo a un hecho de una importancia sustancial en nuestra historia, de identidad, en suma, que, pese a tantas arremetidas, aún es posible disfrutar por los españoles y viajeros.

La Vía romana, la Línea férrea y la Cañada trashumante, conforman un esencial entramado en el oeste peninsular, por el que discurren superpuestas o aledañas. Tan singular patrimonio, que fue nacional, hoy es competencia de las comunidades autónomas (incluimos la cerrada línea de ferrocarril, pues Adif suspira por endilgarla a estas instituciones o bien a ayuntamientos). Como otros asuntos, vertebradores de la Nación, y que han sido ligeramente transferidos a las entidades regionales, todo un ingente acervo histórico, natural, cultural, patrimonial, yace en el olvido, o sufre intervenciones aisladas y contradictorias. Sin embargo, es tan inmenso su potencial que si fuera tratado y atendido con unidad y coherencia, a través de actuaciones y recursos programados con solvencia para diversas anualidades, podría suponer «un respiro» para este decaído oeste español del que muchos por necesidad han migrado y otros aún en él vivimos.
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