El oficio de la sed

Vender el agua es un viejo oficio que no tenía mucho sentido en estas tierras atravesadas por ríos y con fuentes, plazas con caño. Inimaginable entonces pedir un botellín de agua en el bar

Toño Morala
23/04/2018
 Actualizado a 18/02/2019
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Qué tiempos aquellos donde buenas gentes se dedicaban a vender agua, un oficio ya casi extinguido en nuestro país, y no digamos por estas tierras nuestras, donde el agua, por aquellos años se traía de los ríos y de las fuentes, y era muy trabajosa de llevar a las casas; el resto al caño, o compónganselas como quieran para matar la sed, tener agua para la higiene, cocinar y demás prebendas… qué bien tan escaso y tan rico, ytanbarato en algunos sitios. Todavía hay pueblos donde no hay contadores y las juntas vecinales cobran un pequeño canon anual por tener agua en las casas; da para los gastos de la luz y alguna avería no muy gorda; el resto hay que ponerlo del dinero común, o sea del de todos. Pero aquel oficio tan maravilloso, era el oficio de matar la sed, puede haber un oficio más digno y mal pagado para calmar la sed en aquellos duros veranos de calor en laspequeñas ciudades, o grandes… puede algún oficio ser tan trascendente para los vecinosy gentes de buen vivir… vender agua, el trabajoso invento de vender agua con un gran trabajo, pero me da la impresión de que no vendían el agua, cobraban el duro trabajo de transportarla y demás…luego les cuento. Desde niños, los más pobres, muchos aprendían el viejo oficio de aguador al lado de sus abuelos o padres, y así aprendían la larga y dura que es la vida cuando eres pobre y tienes que trabajar en estos oficios tan inmensamente olvidados, que pocas referencias se tienen sobre ellos, pareciera que alguien lo quisiera tapar por vergüenza o por que no se ha sabido solucionar durante siglos, el mundo del agua, sus consecuencias y riesgos, su gran lucidez y su gran importancia para todos los seres vivos. Parece ser que ahora, desde hace unas décadas, les interesa a las multinacionales y empresas privadas; un bien tan necesario como el agua, tendría por ley que prohibirse su privatización. Quién es nadie para privatizar un bien tan escaso, necesario y tan natural. El aguador sí miraba por el agua, su trabajo y oficio era el de llevar agua a aquellos lugares donde no la había, así de simple, y por ello cobraba una miseria; y encima a muchos ricachones, el agua había que dejársela a buen recaudo en las tinas o aljibes grandes de sus patios o en grandesviviendas; y venga a dar viajes y viajes, tan pronto en carro tirado por burro o mula o caballo, tan pronto, en carros de mano… imagínense tirando de un carro de mano con unas pocas cántaras de barro y en invierno con mal tiempo, la lluvia, el frío… pues a algunos nunca les faltó el agua en sus buenas ycómodas casas. Eran los aguadores, el oficio de la sed, uno de los oficios que más trabajo daba, pues subir a los pisos con calderos de madera y luego de zinc no debía de ser plato de buen gusto.

El oficio de aguador fue, durante más de cuatro siglos, uno de los más importantes de algunas grandes ciudades. Pongamos que hablamos de Madrid. A veces por cientos, los aguadores se congregaban en las principales fuentes, incluidas las monumentales, como las de Cibeles o la de la Puerta del Sol, para abastecer a los hogares del agua necesaria. Las fuentes recibían el líquido recogido en la zona alta de Madrid a través de los viajes de agua, una red de galerías subterráneas que alcanzó los 124 km, base del sistema preindustrial de abastecimiento utilizado hasta la llegada del agua corriente a las casas. Eran tantos hombres junto a las fuentes –que a su vez presidían las plazas–, y hacían tanta vida en torno a ellas, que pronto los aguadores destacaron en el paisaje urbano madrileño. Existieron en Madrid decenas de clases de aguadores, como las de anís, azahar, canela, guindas, limón, nieve, cebada o botijo, pero ninguna tan popular y desarrollada como la de aguador de cuba; así llamados desde mediados del siglo XVIII por el recipiente que utilizaban, también conocidos como aguadores de cuatro arrobas, por el peso que acarreaban, o aguadores asturianos, por ser el Principado la cuna de la práctica totalidad de los hombres empleados en el oficio; dato curioso.Elabastecimiento de agua a la ciudad de León, -según algunos estudiosos-, entre ellos, Enrique Alonso Pérez,se remonta al asentamiento militar de la Legio VII en estastierras. El 7 de abril de 1785, se movía la tierra en las inmediaciones de la antigua capilla de San Esteban, en el barrio del mismo nombre; los obreros dieron con una semienterrada construcción que fueron, poco a poco abriendo. Se trataba de los restos de un canal, y un depósito de época romana a manera de pila o piscina depuradora. Y aquí entranlos aguadores y aguadoras. A partir de estas canalizaciones -con antecedentes mucho más rústicos- aparece en la ciudad una nueva dedicación que sería regulada por la propia dinámica que imponía el naciente servicio: el aguador, más bien, aguadora, que surtían sus cántaros en las fuentes carolingias para distribuir el preciado elemento entre una clientela que comenzó pagando un céntimo de real o de peseta -según los tiempos- por el llamado “cantarillo” y dos céntimos por el cántaro de 16 litros. Los nobles, los conventos y monasterios, disponían de pozos propios, alimentados desde el arca principal, además de servidumbre que se encargase de aflorar el agua y tener surtidos los depósitos habilitados al efecto. Pero la burguesía media, que comenzaba a tomar posiciones clasistas en el orden social, se hacía servir por los aguadores la cantidad necesaria para el consumo cotidiano que se veía incrementado, una vez por semana, para disponer la colada y tener a punto las ropas blancas de contacto corporal más directo. Los turnos de llenado de cántaros eran rigurosamente respetados por los aguadores, pero y, como casi siempre, algún listillopretendía “colar” su cántaro, dando origen a acaloradas disputas. Hasta el año 1924, y después de varios proyectos, León no contó con una traída general de aguas, de la mano de la empresa “Aguas de León”. Hay que pasar a la inmensa organización y de detalle conla que los aguadores y los representantes de los Ayuntamientos se pusieron como norma casi general para que todo el mundo tuviera el preciado líquido elemento; la explotación de agua quedaba de esta manera: fuentes vecinales. Son las que están destinadas al servicio preferente de los vecinos.Fuentes de vecindad y aguadores. Son en las que al menos habrá un caño destinado al servicio de la vecindad y los demás al de los aguadores, pudiendo estos hacer uso del caño o caños destinados al vecindario tan sólo en el caso de que no los utilizara ningún vecino. Fuentes de aguadores. Son las destinadas al servicio de los aguadores.Fuentes volantes. Son las fuentes que solo se colocarán en caso extremo oyendo el parecer del Jefe facultativo de Fontanería, y se utilizarán bien por los aguadores, bien por los vecinos, según el servicio por el que provisionalmente han sido instaladas. Trasladándonos de nuevo al momento final de esta actividad hay que comprender el entorno urbano en el que esta función se llevaba a cabo. En otros tiempos de posguerra, varios alcaldes denunciaban que los aguadores abusaban del público vendiendo las cargas de agua mucho más cara que anteriormente, de lo que se deduce que tuvieron que meter mano al asunto con duras multas a los aguadores que especulaban con el agua.

«Agüita fresca traigo dela fuente de la vida, para que tomen todos los días. ¡Aguadorrrrr! ¡Agua, agüita para las damas bonitas! Soy el aguador; reparto el agua que a las fuentesvoy a buscar. Es agua dulce para lavarse, para beber y amasar». Pregonaban en voz alta y clara las aguadoras y aguadores por lascalles adelante. Y para ir cerrando este capítulo de este viejo oficio, qué mejor que hacerlo con una gran anécdota; transcribo…En la industria, los pulidores han sido uno de los grupos sociales que mejor han sabido defender su salario. No es pues de extrañar que el “agua” que consumían se mezclara con una buena cantidad de coñac. Mediados los años cincuenta un popular aguador eibarrés, con un botijo en cada mano, tropezó con M. Orbea, - el de las bicicletas- director de la fábrica del mismo nombre, que le pidió le dejara beber. Manuel, que así se llamaba el aguador, rápidamente le ofreció un botijo… “ese no, el otro”, le dijo el patrón, lo que obligó al trabajador a entregarle el destinado a los pulidores y con fuerte contenido de coñac. «El agua de Urkusua cada vez es mejor», dijo Orbea y ambos continuaron su camino. A veces, una callada a tiempo, siempre es una victoria.
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