El número de 'la cabra'

Forma parte de la memoria colectiva de las gentes, una forma de ganarse la vida de artistas ambulantes

Fulgencio Fernández
21/03/2022
 Actualizado a 21/03/2022
El número contaba con música en directo y una cabra "muy dócil". | FERNANDO RUBIO
El número contaba con música en directo y una cabra "muy dócil". | FERNANDO RUBIO
Todavía hoy cuando en una calle de cualquier ciudad suena la música —en directo o enlatada— y alguien dice «el número de la cabra» pronto se forma un revuelo y se reúnen en torno al más recordado de los espectáculos callejeros o que recorrieron nuestros pueblos durante décadas. Aquello que decían los viejos del lugar de «los titiriteros», en el sentido de artistas del títere sino en el más genérico de una diversión que llega y se va sin avisar, actúa, pasa la gorra y desaparece.

Todavía era relativamente habitual en los años 70 y por ello, como él mismo nos avisó al inicio de esta serie, posó para la cámara de Fernando Rubio, quien nos recuerda a estos artistas del número de la cabra que hoy recordamos. «En mis fotografías muestro este espectáculo en el Barrio de San Esteban, en los años setenta del siglo pasado»; es decir, de aquellos tiempos en los que nuestros barrios eran una especie de pueblo de gentes de diversas comarcas.

Pese a que la cabra lo hace sin mayor problema cuando nosotros consideramos que algo es complicado de realizar decimos que ‘Hay que hacer el número de la cabra’ Recuerda Rubio cómo era el proceso de congregarse alrededor del número de la cabra: «Primero suena la música y la gente se va acercando a los artistas ambulantes que preparan a la cabra —muy dócil— que se sube a lo más alto de la escalera. Para el animal no es difícil hacer el número porque lo suyo son los picachos de las sierras». Y repara el fotógrafo en la paradoja: «Pese a que la cabra lo hace sin mayor problema cuando nosotros consideramos que algo es complicado de realizar decimos que ‘Hay que hacer el número de la cabra’».

Más que el número de la cabra se trata de la memoria de aquellos tiempos en los que llegaban como ambulantes artistas de los más diversos géneros, los viajeros a ninguna parte que tan bien contó Fernan Gómez, las compañías de comedias que en tiempos llamaron ‘los rumanos’ (por ser muchos de aquella nacionalidad), grupos de teatro o números circenses y singulares personajes que viajaban por libre o con su familia, como era frecuente en los del número de la cabra y como la que vemos en las fotos de hoy, con el padre a la trompeta, el niño con las percusiones, otro mayor como domador de la cabra, alguien para la gorra...


Barbachei El Hombre Foca


En la memoria de muchos leoneses está un singular artista, Barbachei El hombre Foca, que recorría nuestros pueblos en los años 50 y 60 y no necesitaba llevar nada encima pues su número estrella era sujetar un arado romano sobre su mentón y haciendo equilibrios sin sujetarlo con las manos. También tenía la variante de hacerlo con una silla y sentar a algún espectador en ella, si encontraba quien se atreviera a sentarse en tan inestable acomodo.

Barbachei era una verdadera leyenda. Uno de los testimonios de su presencia en nuestra provincia está recogido en el libro‘Escenas de cine mudo’, de Julio Llamazares, en el que bajo el título ‘La vida en la barbilla’ recrea cuando Barbachei pasaba con su espectáculo por Olleros de Sabero, que es donde se desarrolla este libro. En Asturias también hay testimonios de su paso por allí pero con el tiempo se pierde su rastro. Curiosamente vuelve a localizarlo quien escribió de él, Llamazares, a quien contaron que el alcohol causó estragos en él y su final fue trágico pues su furgoneta, con el tiempo logró comprarla, apareció abandonada en un pueblo de Soria, y aún se podía leer Barbachei en letras rojas. Cuentan los vecinos del lugar donde apareció la furgoneta que El hombre foca se suicidó colgándose de un árbol.


El gran mago Kanisca


No menos fama, y un final nada trágico sino de reconocimiento, tuvo el gran mago Kanisca, nombre artístico de Santiago Jaraba, fue uno de los magos más recordados por numerosos bares mezclando números realmente sorprendentes con tremendas dosis de humor para la supervivencia. No se ha olvidado su frase para pedir algo más de tiempo en el inicio del espectáculo: «Un momento por favor, se están vistiendo las chicas del ballet».

Era Kanisca, cuyas giras eran esperadas con interés, un artista entrañable, un superviviente en aquellos tiempos en los que la propia vida ya era un truco para los artistas como él. Lo decía cuando anunciaba una de las rifas con las que evitaba tener que cobrar entrada: «No pido nada para mí; una parte de lo que saque se la doy al panadero, otra al carnicero, al de la tienda lo que le deba... y a ver si me quedaun durín para tabaco».

Nombres, gentes, artistas, titiriteros... cuyo recuerdo nos arranca una agradecida sonrisa.

Como el número de la cabra. No es tan fácil como parece.
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