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El nuevo Domingo de Ramos

20/03/2016
 Actualizado a 15/09/2019
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¡Cómo ha cambiado la vida! De aquellos domingos de ramos netamente domésticos y familiares en la capital leonesa apenas queda nada. O muy poco. En el mejor de los supuestos perviven a día de hoy los recuerdos de cuando la fecha se circunscribía –en el sentido populary a la vez piadoso– a la procesión de Las Palmas, a mediodía, y a la muy entrañable y leonesa del ‘Dainos’ –en la atardecida parda y capuchina– con salida desde la iglesia conventual de San Francisco el Real.

Los nuevos tiempos han modificado las costumbres y los escenarios urbanos. Ahora, en León, el programa procesional del Domingo de Ramos se ha transformado de una manera tan destacada que obliga, en la mayoría de los casos –de quienes gustan de contemplar estas manifestaciones públicas– a la consulta de las ‘guías de procesiones’ para saber qué ocurre y qué se ofrece durante la jornada cristiana en la ciudad. Eso, naturalmente, cuando estas publicaciones –son varias las que se editan– no padecen errores de bulto en cuanto a horarios o recorridos. Pero esa es otra historia, repetida e incomprensible, que suele formar parte del sucedido anual.

El hecho en sí, el aumento de cortejos en el domingo de la apoteosis de Jesús de Nazaret en Jerusalén –visto desde una óptica afable y en absoluto crítica–, ha venido a enriquecer, desde luego, la conmemoración católica como tal –que histórica es otra cosa, dicho sea desde un punto de vista amable–, aunque resulten discutiblesalgunos aspectos concretos y prácticos, que, también es cierto, en ningún momento ensombrecen o ‘lesionan’ la festividad. Sólo es cuestión de matizaciones, de argumentos encontrados muy difíciles de conciliar, por aquello de que nadie –por mucho que haya quien se empeñe en lo contrario– está en posesión de la verdad absoluta.

Al margen de todo ello, de los detalles puntuales de la jornada, uno de los actos más peculiares de la fecha por su alta participación, se produce en la iglesia de Santa Nonia, cobijo y refugio de los papones negros de Angustias y Jesús –por orden de antigüedad–, que así es, de manera popularizada, como se conoce a una y otra cofradía, con la entrega de palmas a las hermanas y hermanos –Angustias es cofradía mixta–, y la posterior procesión por las calles próximas a la sede cofrade. Un buen número de cuantos asisten –la mayoría– se unen de manera directa a la celebración urbana, a la procesión, y, claro está, eucarística –una de las más señaladas de cuantas tienen lugar en el templo durante el año–, pero los hay que no. Ni por asomo. La picaresca o la burla –si de esta manera puede definirse el hecho– se hace presente.

No es difícil encontrar a la puerta de Santa Nonia a personas ajenas a ambas cofradías. Sujetos o individuos –como diría la Guardia Civil– que, incluso, perteneciendo a distintas agrupaciones penitenciales de la capital leonesa, saben, porque así viene sucediendo desde hace décadas, que a primera hora del Domingo de Ramos se entregan palmas –dicho a la antigua, que buenos cuartos cuestan– para dignificar la efeméride. Y antes de las ocho de la mañana –más de media hora por delante para el comienzo de los actos– se presentan, como si de enlutados cofrades se tratara, frente al pórtico de lo que los papones llaman capilla, con el fin de hacerse con alguna de aquellas. Una vez la palma en su poder –suelen ser diligentes en el cometido– se les ve alejarse en dirección de nadie sabe adónde, con probado descaro indisimulado. En esta misma línea –no hay porqué ocultarlo tampoco– también se dan casos como los que, aun siendo papones, reciben la palma y se van. Sin mayor explicación. Desmenuzadas las dos situaciones, podría concluirse diciendo que se trata de la pillería redundada año tras año, la cual –sin ninguna bendición, como se presupone- se produce y toma cuerpo igual que si se tratara de algo ‘tradicional’. Y es todo lo contrario. Más bien un abuso y una desfachatez.

Volviendo de nuevo al programa del Domingo de Ramos, nos encontramos con cinco previsiones incardinadas en el sumario general de la Junta Mayor. Dos históricas, la procesión de las Palmas y la del ‘Dainos’ –mantenida ésta por la Orden Francisca Seglar y el apoyo de la cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y del Silencio–, y tres novísimas, la del Santo Cristo del Perdón y su desfile de los Ramos, la procesión del Cristo del Gran Poder –respaldada por la cofradía del mismo nombre–, y la de Nuestro Señor Jesús de la Redención, organizada por la penitencial de igual titulatura.

De modo, que León vive, en la actualidad, un Domingo de Ramos muy diferente al que se disfrutaba hasta 1991, año en el que tomó cuerpo la primera de las nueve últimas cofradías leonesas –comenzando por la de Jesús de la Redención–, nomenclátor que se cerraría en 1994 al fundarse la del Gran Poder. En total, dieciséis agrupaciones pasionales divididas en tres épocas. En la primera, Angustias, siglo XVI; Jesús y Minerva, principios del XVII;en la segunda, ya en el XX, Santa Marta, Divino Obrero, Siete Palabras y Cristo del Perdón. En la última decena de la centuria pasada, el resto.
Sin embargo, se da por cierto y se acepta que el Domingo de Ramos es el domingo por antonomasia de las niñas y los niños leoneses, sin que ello –en este caso– signifique una valoración o grado menor del resto de los ceremoniales que, a pie de calle, se suceden durante las horas del día. A pesar de todo, no siempre fue así.

Los antecedentes de la procesión de Las Palmas se pierden en la memoria de los siglos, si bien el Ayuntamiento, la Corporación municipal, siempre tuvo, en mayor o menor medida, una participación activa y muy presencial, con algunos lapsus de inasistencia por cuestiones meramente políticas. Obviando estas incidencias –se produjeron en la primera mitad del siglo pasado– la ciudad, representada por sus ediles, ocupó un lugar preferencial al rememorar la entrada triunfal de Jesús en la Jerusalén de las tres culturas.

Sería a partir de 1944 –cinco años después del final de la Guerra Civil española– cuando la presencia de los infantes de la ciudad, con palmas y ramos de olivo, modifican sustancialmente el escenario. Se suman a la celebración. Ese mismo año se incorpora a la procesión el actual paso de La Borriquilla, conjunto de serie realizado en talleres de Olot, en Gerona, por encargo de una neófita Junta Mayor compuesta por las cofradías de Angustias, Jesús y Minerva, que, como comisión pro fomento de Semana Santa, primero, tomaría carta de naturaleza el 15 de mayo siguiente, sin prejuicio de que tuviera el reconocimiento definitivo por parte del Obispado mediante decreto del prelado Luis Almarcha, fechado el 1 de marzo de 1947. Se uniría, entonces, la hermandad de Santa Marta, erigida en 1945 sobre los auspicios del gremio de hostelería.

La fecha del 2 de abril de 1944, Domingo de Ramos, fue, por lo tanto, definitiva para entender el prólogo de la actual Semana Mayor, aunque ésta, oficialmente, se inicie la tarde anterior, Sábado de Pasión, con la procesión Jesús de la Esperanza, que, desde 1995, saca a la calle la cofradía de Nuestro Padre Jesús Sacramentado, con sede canónica en la Basílica de San Isidoro.

Lo tradicional y costumbrista de la fecha es ver a ese ejército infantil de la mano de sus mayores, portando –en algunos casos– artísticas palmas concienzudamente trenzadas, o simplemente palmas sencillas y ramos sin otros adornos. Pero todos, en su tierna infancia, sobre la piel, con la ilusión de participar en la procesión de Jesús subido a la borriquilla –el paso se restauró en 2014 por los leoneses José Luis Casanova y Ana Isabel Panera– y agitar las palmas como símbolo de bienvenida y alegría.

Y como no todos los padres disponían en la época de máquina fotográfica que echarse al cuello, andaban, entre otros, por la entonces llamada plaza de las Palomas –hoy, San Marcelo– y, de igual forma, por la de la catedral –plaza de Regla– dos profesionales muy recordados y reconocidos de la fotografía capitalina, Jesús y Antonio, quienes con aquellos objetivos, hoy históricos y de museo, retrataron a miles de niños leoneses en fecha tan señalada, en la que había que estrenar algo: "Domingo de Ramos, el que no estrena nada, no tiene ni pies, ni manos".

Cambiaron los tiempos, sí, pero se mantiene la esencia que se conjugó hace setenta y dos años a favor de los niños y su procesión de Las Palmas, cuando –hay que recordarlo– las mujeres aún se ponían velo para entrar en las iglesias, y los hombres se vestían con sus mejores prendas para asistir a misa. Era Domingo de Ramos. Y hoy, con diferente aroma, también lo es. Es Domingo de Ramos.
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