El nazareno era manco

08/11/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Con miedo acampo hoy en esta esquina de salida del periódico pues al bueno de Mauri le ha dado por viajar hasta el baúl donde guarda estampas de la Semana Santa leonesa pero, el Señor me perdone, hay pocos colectivos más ‘pejigueras’ que los integrantes de los diversos cuerpos y almas vinculados al mundo de la recreación anual de la pasión y muerte de Jesús. No confundas una cofradía, banda o túnica porque te llegan los ecos de la indignación por tierra, mar y aire. Incluso la caridad cristiana –tan de la empresa– queda aparcada en estas fechas y son implacables con errores, confusiones o ignorancias, que sería mi caso.

Porque además de lo complicado de conocer todos los intringulis de este mundillo de pasión, y pasiones, uno no deja de ser viejo monaguillo de semanas santas rurales en las que los fastos se reducían a tapar con telas moradas las imágenes, silenciar la campana para darle paso a la carraca, recorrer las catorce estaciones cayendo con el oficiante, sentir miedo ante un barbado fraile predicador que bien te hacía creer que lenguas de fuego caminaban hacia ti, lavar los pies en los oficios del viernes, adorar por parejas las 24 horas el Monumento y leer teatralizada a varias voces la Pasión... todo antes de las campanas a Gloria y triunfo de la noche del sábado y llevar el agua bendita a casa para rociar con ella todas las estancias.

En esa lectura teatralizada se decía que los romanos le pusieron a Jesús una túnica morada mientras se reían de él. No riáis si digo que el Nazareno es manco, pero Mauri es lo que me ha hecho ver, con perdón.
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