El Nacional se sube al carro de Luis Mateo

Luis Mateo Diez ha sido galardonado con el Premio Nacional de las Letras Españolas 2020 en reconocimiento "a toda su obra literaria y singularidad como escritor en diversos géneros"

Fulgencio Fernández
13/11/2020
 Actualizado a 13/11/2020
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«Poco me debo a mí mismo al pie de lo que debo a los demás, y en correspondencia a tantas cosas recibidas me van a permitir ustedes algunas necesarias menciones.
La primera al ámbito de vecindad donde de niño encontré la palabra más antigua, la que en seguida comenzó a subyugarme desde su herencia narradora. He dicho muchas veces que fue en la oralidad donde hice el aprendizaje de lo imaginario, y en los viejos ritos de la oralidad de mi valle de nacimiento, el Valle de Laciana, reconozco la huella agradecida de ese primitivo valor de la palabra y de la imaginación.

La vecindad marcaba el escenario de esos ritos, el aliciente de una costumbre narradora y socializadora, el valor de la palabra como bien común».

Las anteriores son las primeras palabras de un discurso, después del agradecimiento inicial, y son el primer reconocimiento que su autor quería hacer: a la oralidad. El autor es el escritor lacianiego Luis Mateo Diez. Y el discurso no era uno cualquiera sino uno de los más importantes de su trayectoria: el de ingreso en la Real Academia de la Lengua, el 20 de mayo de 2001. En la tribuna de invitados estaban, quiso que estuvieran, el alcalde y vecinos de Villablino, receptores de estas palabras, y muchos leoneses. Podían haber estado también los del Páramo, tierra a la que también dedicó muchos páginas, comarca donde creó su particular Macondo, que llamó Celama, también presente en su discurso y que acababa de crear. Estaba presente cuando señaló «la gratitud filial, que también me devuelve la palabra como prueba de un amor profundo a la literatura y a la vida, a las palabras de la vida, al nombre de las cosas, ya que mi padre valoraba antes que nada el patrimonio de las palabras, su propiedad». Y de la mano de su padre, el recordado Florentino Agustín Diez, se fue a vivir al Páramo, conoció los regadíos, en los que ‘Don Floro’ era un gran experto, y otra forma de vida diferente a la de la montaña lacianiega, la que llevó a Celama.

Viene a cuento el viaje a la infancia, la memoria y la oralidad porque Luis Mateo Diez ha sido reconocido con el Premio Nacional de las Letras Españolas 2020 y en la explicación se hace una mención expresa a la «singularidad como escritor en diversos géneros, que entiende como heredera de una cultura oral en la que nace y de la que registra su progresiva desaparición».

Ya lo había reconocido él. Y lo reitera: «Han pasado veinte años, pero no quito ni añado una coma a lo dicho, lo único que lamento es que aquella progresiva desaparición sea hoy una realidad mucho más palpable pues, reconoce con tristeza: «Laciana y esos territorios que llaman de la España Vacía son tierras sin destino, que es el peor de los destinos, el olvido más absoluto. Creo que es mucho más triste de lo podríamos haber pensado». Algo que ya había aventurado cuando publicó, precisamente, la trilogía de Celama, de la que decía: «Estas novelas representan la lucha de la palabra, hecha memoria, contra el olvido, que es una definitiva muerte».

- Nada que matizar, la memoria sigue siendo refugio y patria; insiste ahora.

Luis Mateo Diez (Villablino, 1942) es definido por sus compañeros de aventura juvenil y literaria en Claraboya —Llamas y Fierro, pues Delgado ha fallecido— como «el más cervantino de nuestros escritores vivos». Gente que siguen estando muy cercanos pues, coinciden, «Claraboya fue una aventura poética y personal que lo que más cimentó fue la amistad, a cuya llamada jamás hacemos oídos sordos».

Le debo mucho al ámbito de la oralidad, el de la vecindad, en ella hice el aprendizaje de lo imaginario, en los viejos ritos de la tradición oral  en mi valle de nacimiento, el Valle de LacianaY es que después de la oralidad, o alimentada por ella, llega la literatura, algo que también apuntaba la nota del jurado de la concesión del premio: «Una escritura heredera de una cultura oral y a ello se suman una técnica y un lenguaje poético de extraordinaria riqueza». Es imposible discutir hoy a Luis Mateo Diez como creador, su sello es irrepetible y ese espíritu cervantino que dicen sus viejos compañeros. Desde sus inicios, pues nadie contó esta tierra con la ironía y la retranca con la que lo hizo él en las ‘Estaciones provinciales’, aún permanecen en la memoria los personajes disparatados que viajaban por las páginas de ‘La fuente de la edad’, que ya supuso un aldabonazo nacional para el lacianiego al ganar con él el Nacional de la Crítica y el Nacional de Literatura, su carta de presentación ya estaba hecha, aunque igual convenga recordar que en su etapa de ‘claraboyo’ publicó un libro de poesía titulado ‘Señales de humo’ y a la hora de entender ese humor tan ácido de sus personajes sería bueno repasar aquel ‘Parnasillo provincial de poetas apócrifos’ —junto a Agustín Delgado y José María Merino— que parecía una broma, pero en Mateo nunca el humor es solo broma: «El libro tiene un aparente carácter lúdico pero solo aparente o, cuando menos, es algo más que un juego lúdico».

Y es que Luis Mateo Diez construye a través de sus personajes una mirada lúcida, muy lúcida, desde la realidad. Por eso ayer no esquivó la realidad que ve, incluso para agradecer un premio del ministerio. «Los actuales tiempos corren a la baja y la sociedad está tocada del ala, debido tanto a unos políticos de bajo calado como a las consecuencias generadas por la pandemia de coronavirus»; parecido a lo que en una cercana visita a León afirmó para explicar la crisis social que vivimos. «Creo que no estamos en manos de los mejores; diría más, en manos de mediocres». A lo que este jueves añadía: «La desgracia universal se compagina entre determinados mandatarios que administran la política de bajo calado y a la vez en lo cotidiano: nos ha caído una epidemia impensable, que ha demostrado nuestra extrema fragilidad y lo poca cosa que somos».

Fragilidad que ha vivido en carne propia, muy cerca, demasiado cerca. «He tenido muertos excesivamente cercanos, y frente a ello sólo haces lo que puedes, sobrellevarlo con disciplina y el mejor comportamiento social posible».

Y refugiándose en la literatura, como lleva haciendo hace mucho tiempo, produciendo pero, una vez más, con su brillante lucidez, creando esos personajes que siguen caminan hacia aquella fuente de la edad porque, explica Luis Mateo, «creo que cada novela es una aventura nueva pues en el momento que sienta que me repito no dudes que bajo la trapa, devuelvo la pluma al tintero y esto se acabó. Si veo que ya no hay nada más en el pozo lo ciego y tiro el caldero».

No parece que esté cerca ese momento, que debe ser lo mismo que piensan en el Ministerio de Cultura, donde han decidido que la mejor forma de alzar el vuelo es subiendo a su carro a Luis Mateo Diez. «Es algo a lo que no me he presentado y, además de agradecido, lo recibo como un premio que viene de mis lectores».
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