El Museo de San Marcos

Un recorrido por la exposición temporal del Museo de León de la mano de su actual director

Luis Grau
15/01/2021
 Actualizado a 15/01/2021
Retrato de Ramón Álvarez de la Braña, director del Museo en 1898. | SAÚL ARÉN
Retrato de Ramón Álvarez de la Braña, director del Museo en 1898. | SAÚL ARÉN
En 2019 el Museo de León cumplió 175 años y un siglo y medio desde que se abrió al público en 1869. Esta exposición, modesta si la relacionamos con esa veterana trayectoria, acopia destellos que caracterizan a muy grandes rasgos algunos episodios entresacados, pocos, de su deambular histórico. Pero, sobre todo, afirma los fundamentos de su vitalidad repasando la nómina de benefactores y amigos, visitantes y trabajadores, los trabajos y los días, las gentes y su circunstancia. Ofrece sus salas por una vez a sí mismo para exponer y estimar aquello y a aquellos que le otorgan sentido. Pretende afirmar su crónica entre quienes le dieron, dan y darán sentido en una biografía colectiva. A ellos se dedica en estos meses que tan poco los hemos visto.

Desde que a raíz de su desamortización dejó de ser monasterio, San Marcos ha sido muchas cosas, pero siempre albergó el Museo. Muchos leoneses lo llamaban el ‘Museo de San Marcos’ aunque nunca tuviera ese nombre. El edificio, sin embargo, nunca fue ocupado en su totalidad y albergó numerosos usos: enfermería, cárcel, cuartel, colegio, convento… De 1898 a 1964, Depósito de Sementales de Caballería y, después, Parador.

Con –y muchas veces contra– esos otros inquilinos, el Museo sobrevivió a duras penas, convertido en okupa de su propia casa, arrinconado, sin instalaciones, espacio o posibilidad de crecimiento. Debió emigrar y tardó medió siglo en hacerlo.

Mientras, aguantó. Su primera etapa fue similar a la de otros museos provinciales: abierto en 1869, donaciones y depósitos de instituciones y particulares engrandecieron el entonces único museo en la provincia, orgullo de quienes creían en la cultura aunque la realidad no les escoltara. La historia de siempre. Los primeros inventarios, propios o ajenos, como el que Gómez-Moreno incluyó en su ‘Catálogo monumental’, y las primeras intervenciones arqueológicas (Catedral Navatejera, Lancia…) parecían augurar un futuro estable. La guerra civil lo rompió, como tantas cosas. San Marcos se convirtió en campo de concentración y durante la sublevación, los defensores de la legitimidad incluso llegaron a arrojar piezas del museo a los insurrectos, agotada la munición. Entre 1936 y 1940 parte de sus colecciones se emparedaron con ladrillo en los rincones del entonces tétrico claustro. Desalojado el calabozo, el museo siguió conviviendo con la instalación militar hasta 1964 en que se construyó el Parador que hoy ocupa la mayor parte del edificio. Las angustias de la posguerra y, particularmente, el problema de su sede llevaron al museo a varios callejones sin salida y una existencia semiclandestina, separado de la vida leonesa durante media centuria. Mientras otros museos surgían, el provincial recorría su desierto particular, su tierra de nadie.Los ‘otros museos’En 1990 las salas del Museo en San Marcos estaban cerradas por abarrotamiento, sus oficinas angostas y apartadas y su futuro pasaba por buscar otro lugar en el mundo. Se comenzó por alquilar un local en las afueras, en la calle Azorín, que durante tres años permitió desahogos: reabrir San Marcos en 1993 con una nueva exposición, atender y restaurar las colecciones del museo, poner en funcionamiento su biblioteca, su administración. Al año siguiente el Museo emigró de nuevo, ahora al edificio de la calle Sierra Pambley que fuera Banco de España y sede del Servicio provincial de Cultura (y, ahora, del Procurador del Común). La década transcurrida allí le permitió programar exposiciones temporales por primera vez en su historia y prepararse para una sede definitiva que, tras varias alternativas, el Ministerio de Cultura adquirió en 2004. Desde 2007 el edificio ‘Pallarés’ alberga el Museo, aunque San Marcos continúe exponiendo la parte de sus colecciones procedente del monumento.Por otra parte, la villa romana de Navatejera, adscrita al Museo en 1992, sigue cerrada a falta de concluir trabajos de rehabilitación interrumpidos en 2011. Se trata de una villa periurbana con edificaciones del siglo IV y V d.C. descubierta y protegida a finales del XIX. Entonces fue uno de los primeros yacimientos resguardados y que aportaron piezas arqueológicas al museo, hoy es aún la última de sus instalaciones en ponerse al día. El museo de todos«Bienvenidos al Museo de León, nuestro museo, el museo de todos». Con estas palabras abrimos desde 2007 los actos públicos que se celebran en el Museo, subrayando su carácter público, pero también invitando a conocerlo, a tomar posesión de un lugar propio. La parte más importante de un museo son las personas que lo visitan. Sin ellas, apenas consiste en un almacén, posiblemente ordenado y pulcro. Con ellas establece una comunidad, un cobijo especial para quienes lo frecuentan o lo han visitado apenas en una ocasión, tal vez fugaz. En este modesto homenaje hemos convocado algunos de esos momentos en que el museo se llena de voz y de silencios. Ciudadanos comunes y afamados, trabajadores propios y ajenos, invitados y anónimos, actos protocolarios y ritos comunes... No importa. Esas personas no se pueden definir como «visitantes», pues solo visita quien llega a casa ajena; ni como usuarios, pues el museo no se usa, se habita. Quizás no hay palabra, quizás sobren. Gracias a todos.

Luis Grau es director del Museo de León.
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