El mundo se ha parado

Para algunos no es el mundo, sino la propia vida, la que se detiene. Con inquietud, contemplan la mano de la parca, cortando los hilos de la vida. Es la antesala del Juicio Final: Los que vivirán o los que han de morir. ‘Morituri…’ como un gladiador inerme. Están desahuciados, desde que la vejez se considera unaenfermedad.

El miedo nos envilece y justifica actos tan inmorales como abandonar a los ancianos, pretextando que son una carga y queya han vivido lo suyo.

Entre tanto, el dolor y la enfermedad siguen presentes. El que espera una colonoscopia, una mamografía o un cáncer de próstata. El que tiene los nervios rotos y el que está en la absoluta soledad.

El mundo se ha parado y estamos confinados en un gueto donde la comunicación, el natural contacto, el amor, las disputas y la vida tal cual, resultan ahora mismo inalcanzables.

Entre la meliflua propaganda y la información viciada, nos enteramos de la virtual noticia del fallecimiento de Luis Eduardo Aute. La causa pudiera ser la ardua enfermedad que le aquejaba; el peso de sus 76 años, o la peste que nos asedia, en el oscuro portal o a pleno día. Su ausencia deja un gran vacío y un poso de tristeza, para los que lo admirábamos y mantenemos la imagen de un joven cantautor que, con el paso del tiempo, se presentaba algo desaliñado. Un tipo ‘sui generis’ que, como Georges Brassens, seguía por su camino personal. Para los jóvenes que íbamos unos años por detrás, era una referencia. En su poesía nos reconocíamos.

Puesto a recordar, me viene a la memoria sus canciones satíricas. ‘Adiós Inés de Ulloa’ y otras. La más amarga era el Grano de pus: «Este país es un grano de pus, dispuesto a reventar», decía. Y visto así, más que una canción era toda una profecía.

El aire está viciado y la ventana que exhalaba su hálito vital, como una bocanada de aire limpio, se ha cerrado definitivamente.

El mundo se ha parado y hemos aprendido, contra lo que pensábamos, que nuestras vidas no nos pertenecen.