El mundo rural en León y la ‘España vaciada’

Martín Manceñido Fuertes
09/07/2021
 Actualizado a 09/07/2021
Como ya he tenido ocasión de comentar en redes sociales, en efecto, vaya por delante que no me identifico con esta expresión de ‘la España vaciada’ un término urbanita y pretencioso, al intentar resaltar algo como si hubiera pasado por casualidad en los últimos meses o años. Nada de eso; lo que se entiende por la España despoblada o semivacía, en el mundo rural naturalmente, es algo que empezó en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado con la primera oleada de la emigración; continuó con el desarrollo en general de nuestro país y la vista puesta en la ciudad como lugar ideográfico de bienestar. La búsqueda de un trabajo en la industria, en el turismo o los servicios, como alternativa a la ruralidad de los pueblos, fue otro aldabonazo de ese despoblamiento o ‘vaciado humano’.

Ha sido por tanto algo inevitable y constante en los últimos sesenta y cinco años. Las expectativas de disponer de unos servicios que solo la ciudad ofrecía, educación y sanidad, sobre todo; la dificultad de disponer de esos servicios en un entorno rural que las estructuras político-administrativas, léase ayuntamientos, no podían ofrecer, determinó que la opción de abandonar el núcleo rural fuera, y aún hoy lo es, inevitable. Es por eso por lo que no estoy de acuerdo con la expresión hoy tan en boga. Es normal lo que ha ocurrido y seguirá ocurriendo en la mayoría de los pequeños pueblos o aldeas; de ahí que sólo las cabeceras de comarca se mantendrán, en la medida que sean capaces de parecerse a la ‘ansiada’ ciudad grande y ofrecer todo o la mayoría de lo que allí se dispone. Es fácil hablar de cohesión social o de equilibrio territorial, pero ¿cómo se hace eso? La Agenda 2030 o los Objetivos de Desarrollo Sostenible (los ODS) propiciados por las administraciones, desde la propia UE, son iniciativas loables pero carentes de realismo. El empleo por cuenta ajena viene definido por una industrialización o unos servicios que si ya son deficitarios en nuestra capital y los pocos grandes núcleos de población que tenemos, ¿cómo se van a ubicar en los pequeños pueblos?

Miedo me da cuando ahora se habla de los fondos de la UE de los que, supuestamente, el mundo rural y la lucha contra la despoblación serán ¿destinatarios? de parte de los mismos. El miedo es porque cuando hablamos de fondos ¡¡gran parte se quedan en el ídem o si se quiere ‘por el camino’!! Es loable lo que por ese mundo rural hacen los emprendedores y los seis Grupos de Acción Local que existen en nuestra provincia, pero no sé si será suficiente, ni si les posibilitarán desarrollar su potencial.

Las múltiples plataformas que se han creado en España en los últimos años, orientadas al desarrollo y supervivencia del mundo rural, pretenden disponer de un Pacto de Estado y otro territorial o Autonómico contra la despoblación, además de proponer diversas medidas favorecedoras de ese fin, como la incorporación de los jóvenes, incentivos fiscales, el plan 100-30-30 (consistente en disponer de 100 Megas de internet, 30 minutos de distancia a los servicios educativos y sanitarios y 30 km como máximo a una vía rápida o de alta capacidad, algo que personalmente no me parece muy ambicioso, pero bueno…) Los que conocemos el medio rural por nacencia y por afinidad, antes incluso de que la modernidad de los conceptos y retos en boga, no nos impresiona, más bien nos produce recelo que se hable con tanta alegría del ‘reto demográfico’, ‘inclusión’, ‘masculinidad e impacto de género’, ‘cambio climático’ o ‘medio ambiente’ además de proyectos ‘Life CO2IntBio’, ‘Circular Lab’ y otros muchos como la tan manida ‘resiliencia’ u otros términos eufemísticos cuando no pseudo-ininteligibles. Cierto que son temas o ponencias desarrolladas por profesionales preparados y bienintencionados, pero no siempre de ‘a pie de obra’ de ahí que, permítaseme, a algunos nos suenen a ‘música celestial’.

Cuando se habla de este asunto siempre aparecen los nombres de las provincias más afectadas por la despoblación, algo que no siempre es lo mismo que el desarrollo rural, me refiero a Soria, Teruel o las provincias del viejo Reino de León, Le-Za-Sa. Bien está que haya criterios generales de ámbito nacional o autonómico, pero nunca miméticos en su aplicación porque es muy difícil, cuando no imposible, dar uniformidad a todos los territorios, por eso es imprescindible un análisis más cercano, como máximo a nivel comarca.

Solo tenemos que mirar a las diferentes comarcas que componen la provincia de León, ya que poco se asemejan las comarcas de La Cabrera, Tierra de Campos, las Riberas, El Páramo o la Montaña entre sí, luego, no sirven las mismas ‘recetas’, aunque el ‘diagnóstico’ se pueda parecer.

La actividad medioambiental y/o forestal en las comarcas de la Montaña, que en León son muchas, está definida geográficamente (incluida La Cabrera, y su extracción pizarrera) ciertamente se podrá intentar reforzar, pero sin muchas perspectivas de incremento poblacional. En el caso de las comarcas de secano ‘las habas están contadas’. Sólo, por tanto, existiría en León una mayor esperanza en la agricultura rica y potente que se da en las riberas y por supuesto en el Páramo, especialmente, por su extensión y por la modernización de los regadíos.

La antigua y ya desaparecida agricultura o ganadería de subsistencia, que hacía mantener una población de 500 habitantes, por ejemplo, la propia dinámica de la concentración y nuevos regadíos, hace que hoy tengan 200 habitantes y, lo que es más curioso, se trata de pueblos mucho más ricos. La relación y el motivo de que sea así es muy sencillo, si un agricultor en esas comarcas bien dotadas para la agricultura y por tanto con regadío, cultiva, por lo menos 50 Ha., y no queda ni un metro cuadrado sin cultivar, ¿cómo se pretende, salvo el relevo por edad, la incorporación de jóvenes ajenos a esos pueblos?

Si nos olvidamos de la agricultura y animamos a esos posibles jóvenes emprendedores a montar una pequeña empresa en el medio rural, las expectativas pueden ser, sin duda plausibles, pero de dudoso éxito. De hecho, no es algo nuevo. Por supuesto que para que la población se mantenga, no digo ya se incremente, hay que dotar a esos núcleos rurales de los servicios mínimos e imprescindibles en una sociedad desarrollada y moderna. Ahí es donde ‘los milagrosos fondos europeos’ deberían cumplir con su función, pero lo dudo. ¡Qué le voy a hacer!
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