13/12/2017
 Actualizado a 13/09/2019
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Muchos están hartos del monotema. Por supuesto, se refieren a Cataluña y la matraca independentista. Lo de matraca lo ha puesto en circulación ese acompañante de celda de Jordi Sánchez -el filoterrorista cabecilla de la ANC-, que no soporta más la tabarra del iluminado que, ni aún en la cárcel (o sea, ni debajo del agua), puede olvidarse por un momento de la causa independentista y necesita hablar de ello hasta con las paredes, patología que deberá recoger la próxima edición de DSM. Lo calificó el penado de doble castigo, y creo que debería pedir, por ello, reducción de condena. No tener otra causa en la vida, ni siquiera poder rezar y hablar con Dios, como hace Junqueras durante las largas horas de vacío claustral, debe de ser una pesada carga. Carga y causa incausada y mágica, porque se remonta al paleolítico, donde los enemigos ni siquiera sabían hablar catalán. Ya se sabe que Cataluña es obra de Dios, no de los hombres, y así lo predicó Torras i Bages, aquel obispo trabucaire de mucho fuste.

A mí también me repiten algunos que debería dejar de lado el monotema, la matraca, la tabarra, la carraca separatista. Voy a explicarme y a pedir un poco de consideración o reconsideracion del asunto. Trataré de ser ordenado y hasta didáctico:

1) Cuando hablo de Cataluña, hablo de España. Conceptualmente, España es el todo, Cataluña una parte. Los catalanistas han logrado instalar en el lenguaje y la mente de casi todos, esa falsa dicotomía semántica: Cataluña/España. Pero no. Preocuparse de Cataluña es preocuparse de España, hablar de Cataluña es hablar de España, hablar de los catalanes es hablar de los españoles. Porque son realidades inseparables e indistinguibles. Todas las barreras, fronteras, separaciones, son imaginarias, arbitraria y forzadamente impuestas, desde las relaciones económicas a las culturales, de las genéticas a las lingüísticas, de las geográficas a las cibernéticas. Pertenecemos a una misma realidad histórica, política y social.

2) No existe ningún conflicto entre Cataluña y España. Lo que existe es un problema de España que se hace especialmente visible en Cataluña, que tiene que ver con el modelo de Estado, con la función y acción del Estado, y que afecta a toda España, de una punta a otra. Que no hay, por tanto, que buscar ninguna solución para Cataluña, sino para toda España, porque el mal llamado problema de Cataluña no se resolverá en modo alguno si no se aborda el problema de España en su conjunto.

3) Los problemas fundamentales de España (y, por tanto, también de Cataluña) son de naturaleza económica y social y, en este sentido, el monotema sirve muy bien para enmascarlarlos, para desviarlos, para desactivarlos. Esos problemas los conocemos todos, pero no por ello dejan de tener menos gravedad: un paro gigantesco, una degradación escandalosa de las condiciones de trabajo, unos sueltos de miseria y pobreza (al menos el de un tercio de trabajadores), unos jóvenes (al menos hasta los 30 años) sin trabajo o haciéndolo en condiciones de semiesclavitud, mujeres cobrando menos que los hombres, dependientes sin ayudas, millones de pensionistas cobrando menos de mil euros, pensiones que se van reduciendo cada año, futuras pensiones meramente asistenciales, desorbitados impuestos a las clases medias, privilegios y exenciones fiscales a las grandes empresas y fortunas, etc.

4) A los problemas económicos y sociales señalados hay que añadir otros, no por menos visibles, menos determinantes: degradación del medio ambiente, destrucción de la naturaleza, aceleración del cambio climático, contaminación del aire, escasez de agua, desaparición de bosques, costas, fauna, flora, etc., con todo lo que implica, especialmente la desaparición del medio rural, la agricultura, la ganadería, la industria artesanal... La muerte definitiva de la España vacía.

5) Por último, y ésta es la reflexión para mí más importante: se equivocan quienes separan los problemas políticos relacionados con la estructura y funcionamiento del Estado, hoy tan agudos y acuciantes, con los problemas económicos, sociales y ecológicos. Son inseparables, del mismo modo que el llamado problema catalán es inseparable del problema de España. No habrá modo de abordar e intentar solucionar unos, sin hacerlo al mismo tiempo con los otros.

Así que no se equivoquen. Al menos yo, cuando hablo de Cataluña y el monotema, lo que me preocupa es España, entendida España, ante todo y sobre todo, como esa mayoría de españoles,esos dos tercios de españoles, al menos, que vivimos entre penurias, unos mucho más que otros, claro, pero todos unidos por el imperativo de la necesidad y la supervivencia, con el deseo de llevar una vida digna, sin sentirnos por encima de nadie, pero tampoco por debajo, viviendo de nuestro trabajo y esfuerzo y sin que nos obliguen a transigir con los privilegios de unos y con el abuso de otros. Sea.
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