El 'milagro' de arrimar el hombro

Los vecinos de Villaquejida han hecho posible con sus donaciones la restauración del retablo mayor de su iglesia, una intervención de cuyo resultado ya disfrutan

T. Giganto
09/12/2019
 Actualizado a 09/12/2019
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Nadie en Villaquejida quería perderse el resultado de las obras que durante los tres últimos meses han mantenido oculto tras una lona el retablo mayor de su iglesia. Faltaban minutos para que diesen la una del mediodía el pasado Día de la Constitución y ya no quedaba ni un hueco libre para sentarse en un templo tan abarrotado como expectante. Un gran velo verde presidía el fondo de un altar al que nadie quitaba ojo. Fue don Justo Rodríguez, párroco e impulsor de la restauración, quien se dirigió inicialmente a los vecinos para darles paso a un momento que estuvo cargado de emoción. Mientras sonaba el Aleluya de Haendel iba cayendo lentamente la tela que cubría el ‘milagro’ que quienes contemplaban habían hecho posible con sus donaciones: la restauración de su altar, una obra barroca de gran valor.

Los dorados han recuperado su esplendor tras los trabajos de restauración capitaneados por José Luis González Santos y además el altar cuenta con una nueva iluminación que potencia más aún la grandeza del retablo. Fue inevitable para muchos exclamar «¡Qué bonito!» o comentarlo con quien tenía sentado al lado, aunque de manera escueta pues la atención les hacía escrutar con la vista cada rincón de la obra que ahora brillaba como si fuese el mismísimo 1782 cuando el maestro Joaquín Garrido se encargó de aplicar el dorado a toda la estructura.

El paso del tiempo había hecho mella en este patrimonio de Villaquejida y por eso hace un año sondearon a los vecinos ante la posibilidad de hacer una colecta con la que sacar fondos para cubrir los gastos de la restauración. La respuesta fue positiva y gracias a la contribución de 84 familias consiguieron reunir 56.065,35 euros, «un dato que indica el aprecio que Villaquejida tiene a su Cristo y a su retablo», ha explicado Feliciano Redondo, vecino de la localidad. La intervención se ha basado en la limpieza superficial general del retablo eliminando la tierra, el polvo, la suciedad y la contaminación atmosférica acumulada a lo largo de los años. Además fijaron la película pictórica, consolidaron y reforzaron el soporte, reintegraron partes de la estructura eliminando añadidos, llevaron a cabo una reintegración cromática y una protección final.

Historia del retablo

La actual iglesia parroquial de esta localidad fue construida a mediados del siglo XVIII como capilla dedicada a su célebre Cristo, adosada a la antigua iglesia parroquial. Con el tiempo, derruida ésta, la capilla pasó a ser templo parroquial. La construcción de la nueva capilla -antes había otra, de reducidas dimensiones- tenía como finalidad albergar la imagen del Cristo, de principios del siglo XVI, con el esplendor y la magnitud correspondientes al gran poder de atracción que dicha imagen tenía en un amplísimo entorno de las provincias de León y Zamora.

Las características del retablo de la nueva capilla habrían de obedecer a esta finalidad: servir de grandioso marco a la imagen del Cristo. Construido en madera, en estilo barroco, por el escultor benaventano Lorenzo Iván entre los años 1773 y 1775, el retablo tiene una altura de 10,96 metros y una anchura de 7,75 metros en línea recta y 15 en línea curva. La imagen de Cristo crucificado constituye la figura central; a su alrededor, se escenifican los principales episodios de la pasión. El coste total del retablo, sin la pintura, ascendió a unos 25.100 reales de vellón. El dorado llegó siete años más tardes de mano del maestro de Benavente Joaquín Garrido quien dotó de color a la estructura por el precio de 18.168 reales y 6 maravedís, cantidad a la que habrían de añadirse otros 600 reales por diversas mejoras introducidas.

Si las donaciones han hecho posible mantener esta parte del patrimonio de Villaquejida, también fueron estas las que en su día propiciaron que hoy puedan tenerlo. Llegaba la devoción por aquel entonces en forma de trigo y maravedís, una fe la de antaño a la que el tiempo no ha conseguido quitar el brillo.
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