¿El mejor luchador? Lo que opinaban los ‘históricos’

Una vieja encuesta del año 1998 con históricos luchadores incide en las leyendas pero también desvela muchos nuevos

Fulgencio Fernández
22/06/2020
 Actualizado a 22/06/2020
La fuerza de la lucha leonesa radica en los debates que ha ido abriendo en su larga historia. En la foto una obra dedicada a un corro en la Casa de León en Madrid.
La fuerza de la lucha leonesa radica en los debates que ha ido abriendo en su larga historia. En la foto una obra dedicada a un corro en la Casa de León en Madrid.
Abrimos hace una semana un debate de imposible solución, ¿quién es el mejor luchador de todos los tiempos?, pero aunque sea imposible llegar a un nombre, incluso a unos pocos, sí es muy esclarecedorsobre gustos o la influencia, por ejemplo, de la forma de estar en el corro. Así como analizar quiénes permanecen más en la memoria de los aficionados, donde se hace evidente, por ejemplo, que pertenecer a una comarca o un pueblo de gran tradición ayuda mucho. Se entiende bien con un ejemplo cercano, Ernesto aparece en muchas quinielas de épocas recientes, ya que se trata de un ídolo incuestionable en su montaña, pero aparece muy poco un excelente rival, él propio Viejo Profesor lo reconoce, como en Nacho el de Matadeón. Y precisamente en el nombre de su pueblo está la explicación, un ídolo de un deporte que no existe en su pueblo.

El patriarca Alvarado (107 años) recuperaba a Crescencio El Pastor, a Jandrón y a El Ingeniero Como se esperaba, y es muy sano, se han suscitado opiniones de todo tipo, hasta hay quien con enorme gracia y elevadas dosis de filosofía rural se propone a sí mismo con un silogismo pero lo que hace es dar pistas de sus rivales y recordar a olvidados. Es Carlos Cuenya, luchador de más clase que resultados, aficionado con mucho criterio,que deja perlas como «otros luchadores fueron menos conocidos por salir poco de su comarca, como Acacio Díez o Castor (fallecido prematuramente) de Prioro; Quintín de Acebedo o Antonio Alvarado, de Remolina. (...) Había que pasar por gente como Nacho el de Matadeón (¡qué luchador, madre mía!). (...) Juancho, también de Taranilla, a menudo olvidado en las crónicas, pero un luchador absolutamente espectacular. (...) Mariano el Guerrero o Crespo (luchadores dificilísimos a los que «podías tirar, pero no valías pa más en tres semanas», dijo alguien...». Por cierto, sus apuestas personales son el citado Ernesto y Che Escanciano. «Poca gente recuerda a aquel Che de medios con 16, 17 años y una lucha absolutamente espectacular. Yo le vi tirar, siendo él un niño, en Crémenes, a David el de Barrillos (casi nada al aparato)». Ah, y Miguel el de Campohermoso, Bernardo...

Tino el de Paradilla se decantó por El Sastrín y Benitín, por Nano Urdiales y uno actual, El Junco Es otra opinión y un ejemplo de lo fino que puede hilar el aficionado; pero la propuesta que inicio hoy me parece muy sugestiva, recuperar una serie de entrevistas del año 1998 con históricos luchadores en las que se les preguntaba sobre los mejores luchadores a los que ellos habían visto o con los que se habían enfrentado. Poder entrevistar a gente como Antonio Alvarado, Benitín el de las Salas, Ubaldo León, Miguelín el de Acebedo, Tío Eduardo y Acacio Díez, de Prioro, León Rodríguez, de Taranilla, Eusebio Tejerina de Argovejo, Nano Urdiales, de Nava de los Caballeros, Licinio Rodríguez, de Llamera, Elías el Molinero y hasta el mismísimo Tino El Mutilado —por citar a las generaciones más antiguas, hubo muchos más de las posteriores— te da una amplitud de nombres invreible y te permite recuperar a algunos tal vez olvidados pero que quienes se agarraban con ellos al cinto —como decía Cuenya— saben bien de lo que hablan.

Vamos hoy con unos pocos para abrir boca. Así el patriarca, Antonio Alvarado, recordaba entonces, con 85 años, a luchadores como El Sastrín de Rucayo —«era tan bueno como decían, o más»— pero también a tres montañeses que conoció: Crescencio El Pastor, el abiuelo del Che; Benitín el de Las Salas y una leyenda, Jandrón El Forzudo: «Una fuerza de la naturaleza». Y añadía a uno de la Ribera que le había impresionado en el corro de Riaño, Luis Rodríguez Verduaras, al que primero llamaron El Estudiante y después El Ingeniero de Vegas del Condado. Como El Sastrín murió en la guerra: «Sería el año 34 o el 35, nadie le conocía cuando llegó al corro pero hizo unas cosas que nos obligaron a rendirnos a la evidencia. Qué elegancia».

Ubaldo León además de su hermano, Cayuso, y Nano recupera a Flaviano y a Antonio Martínez, de Barrio ¿Y uno de la Ribera? Pues pudimos recoger el testimonio de Tino, El Cojo o El Mutilado de Paradilla, un hombre que anduvo muchos años por los corros. También Tino incluía a El Sastrín de Rucayo, «no se me olvida cuando en el Provincial, con 63 kilos, tiró al campeón de pesados, buenisimo». Viaja unos años y se queda con dos luchadores: Benitín el de Las Salas, que «me recordaba mucho a El Sastrín» y Eutiquiano Urdiales, para el que acude al adjetivo más repetido al hablar de él: «Es lo más elegante que yo he visto en un corro. Y como buen paisano de La Sobarriba añade a Clemente: «Todavía no lo pude ver, pero lo que me cuentan es muy bueno». Aclarar que aquel año fue a verlo y aseguró que «tenían razón en lo que me han dicho, esas cadriladas no las da un cojo, salvo que sea yo». Era así Tino.

Y cerramos con Ubaldo León, quien incluye a su hermano Felipe, también a Cayo, insiste en la elegancia de Nano, pero aporta dos nombres menos habituales: «Flaviano, era puro espectáculo, yo me hice luchador para ser como él» y a Antonio Martínez, de Barrio de Nuestra Señora: «Creo que se ha hablado muy poco de él, era muy bueno, es verdad que lo dejó muy pronto».

Nuevos nombres. Y habrá más.
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