El mayor fenómeno social... con salto de rana

Manuel Benítez ‘El Cordobés’ fue un fenómeno, social y taurino, que trascendió más allá de las plazas de toros. En los años setenta hizo el paseillo un par de veces en el coso leonés y Fernando Rubio estaba allí. Este año vendrá su hijo

Fulgencio Fernández
29/05/2023
 Actualizado a 29/05/2023
| FERNANDO RUBIO
| FERNANDO RUBIO
Se ha repetido muchas veces que cuando había problemas en el país durante la dictadura (o las protestas del 1 de mayo) la respuesta más eficaz era «entretener» al pueblo con fútbol y toros. Y en este segundo apartado la apuesta segura era Manuel Benítez ‘El Cordobés’, un fenómeno social que trascendía mucho más allá de las plazas de toros y, desde luego, llenaba los bares y tele-clubes de espectadores ansiosos de ver al fenómeno de Palma del Río, que todo el mundo sabía que ése era su pueblo y que allí había nacido en la fecha más famosa (tristemente) de aquellos tiempos, 1936.

Del más apropiado para acompañar a Benítez en el apartado de fútbol no vamos a pisar ese charco ahora que está abierto y enconado el ridículo enfrentamiento por ver si era más equipo del régimen elReal Madrid o el Barcelona. La Cultural no, ya que parece evidente que jamás gozó de prebenda alguna.

Por ello, en esta jornada en la que a los lectores les dolerán los oídos de escuchar votos, porcentajes, alcaldes, triunfadores y derrotados... les proponemos una mirada desde el recuerdo a aquel fenómeno social que fue El Cordobés, su valor cercano a la temeridad, su famoso salto de la rana, su gracejo andaluz, la historia que arrastraba de maletilla, espontáneo en los ruedos y aquella cosa romántica de que le iba a comprar a su madre la mejor casa del mundo, su matrimonio con una francesa (eran otros tiempos)... Y aquel torero pasó por León, al menos un par de veces hizo el paseíllo en los setenta, y la cámara de Fernando Rubio estaba allí, ¡cómo no!

En aquellos años 70 pasaron por la Feria de San Juan grandes figuras, Paco Camino, Diego Puerta, Francisco Rivera, Mondeño... pero la estrella era el torero de Palma del RíoPrecisamente en eso, en que eran otros tiempos, en que han pasado más de cincuenta años, quiere incidir Fernando Rubio, que ve peligrosa una mirada ‘actual’: «Los toros, las corridas de toros, no se pueden ver con una moral (mors, moris ‘costumbre’), actual, ya que, por múltiples circunstancias, el bienestar de los animales preocupa más hoy en día que el de los seres humanos. Hemos humanizado tanto a los animales como deshumanizado al hombre (como especie, sin entrar en diferenciación de sexo o género)», dice convencido Rubio, a la vez que recuerda que también las propias corridas eran una historia bien diferente: «En los años 70 ir a los toros era un acto social, con un gran componente de rito, sangriento, pero rito. No sé si saben muchos lectores que el palco presidencial de la plaza de toros está orientado al Este como la cabecera de los templos cristianos». Y en ese rito los espectadores «expectantes» a las posibles resoluciones del festejo: «Lo más habitual era la muerte del toro, muy pocas veces la posible del torero o también poco frecuente del indulto del toro... oel completo éxito del ‘maestro’ con su salida a hombros por la puerta grande» que, por cierto, era lo ,más habitual con Manuel Benítez El Cordobés que por aquellos años setenta salía habitualmente a hombros, cortaba rabos y agrandaba su leyenda con algunas cogidas que, muchas veces, le llevaban a la enfermería para regresar.

Era todo un acontecimiento en León pues, recuerda Rubio, «los festejos taurinos se reducían a dos veces al año (además de El Bombero Torero) y siempre A las cinco de la tarde». Y siguiendo esas características de rito y estatus del que ha hablado: «En los toros sol y sombra no era sólo una bebida alcohólica sino un símbolo de estatus: los ricos a la sombra; la clase media sol y sombra y, los menos pudientes, al sol. Abanico para las damas y puro para los hombres eran complementos necesarios y, sombreros en sombra y barquitos de papel de periódico en los tendidos de sol, para protegerse. La bota de vino no faltaba tampoco y, a veces, se ofrecía al torero para que se enjugara el gaznate», agradeciendo mucho el público que lo hiciera y, si se pegaba un buen trago, aún más. El Cordobés, un maestro a la hora de encandilar al público, nunca despreciaba una bota, como por otra parte puede verse en las fotografías de Fernando Rubio.

Era El Cordobés la estrella pero en aquellos años pasaron por el coso leonés las grandes figuras de la época: Paco Camino, Diego Puerta, Francisco Rivera, Mondeño (del que se recordaba que había sido fraile en los Dominicos de La Virgen del Camino)... pero la estrella siempre era... Manuel Benítez: «De origen humilde, logró convertirse en uno de los más afamados representantes de la tauromaquia internacional y es considerado uno de los iconos de la década de los sesenta y setenta». Hasta tal punto que fue nombrado, no sin la polémica habitual, Quinto Califa del Toreo, junto aRafael Molina, Lagartijo; Rafael Guerra, Guerrita; Rafael González, Machaquito y Manolete.

Este año, cuyos carteles se acaban de conocer y hay cierta decepción entre los aficionados uno de los espadas es Manuel Díaz, El Cordobés, hijo del Quinto Califa y que, tal vez, ya se anuncie como Manuel Benítez, al fin, le ha reconocido legalmente como hijo, después de demasiados años eludiendo sus responsabilidades.
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