14/02/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Hoy me ha dado por recordar el día en que mi madre me llamó, por conferencia, al internado donde cursaba mis estudios. Yo prefería el correo porque dentro del sobre, con la carta, solía venir un billete de veinte duros. Además el teléfono era algo inquietante que sólo se usaba cuando había una desgracia. Al otro lado, la voz jovial y en cierto tono humorístico de mi madre.

Al aparato. "Eduardo –me dijo– ¡que nos han dado el 'Master' a la tienda!". Vaya sorpresa me llevé. Aunque era un establecimiento familiar, de prestigio y con varias décadas de antigüedad, desde los tiempos de mis abuelos. No lo podía entender. Pero tampoco podía dudar de las palabras de mi madre. El galardón –creo recordar– consistía en algo de publicidad, una estatuilla y un acto en el que intervenía un personaje televisivo para darle más glamour.

Y así quedó la cosa hasta, que días más tarde, recibí una segunda llamada de casa diciendo que no nos lo daban o, más bien, que lo rechazábamos, porque los promotores cobraban por el premio que daban. No sé si calificarlo de timo o qué, pero lo cierto es que llenaron la ciudad de escaparates con la pegatina de 'master' a esto o aquello. Aún se ven en algunos locales de tiendas que, a pesar del homenaje, se han visto abocadas a cerrar.

Me ha venido este recuerdo porque así se forma una capital gastronómica. Con la orquestación de la Federación de Hosteleros (FEHR) y la de Periodistas de Papeo (FEPET). Quizá por mis resabios, no puedo creer en el criterio de estos entendidos que confunden a León con Castilla, lo cual era motivo para despedirlos. Hay extraordinarios restaurantes que alcanzan prestigio por sí mismos y otros, donde las salmonelas campan por sus fueros. Hay casos sobrados de intoxicación.

Por el contrario, admito que se pueda calificar a un restaurante, bar, hotel determinado, como hace la Guía Michelín u otras, pero a toda una ciudad... es una quimera, un embauque o un negocio, porque no nos engañemos, como mi 'master', hay que pagarlo y los pagaremos todos a estos enterados de hoy, mañana allí... El negocio está servido. Si las instituciones se gestionaran con la mentalidad de un ama de casa, otro gallo cantaría. Más sensatez y menos tontería pues, para comer bien, en casa de mamá.
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