27/04/2021
 Actualizado a 27/04/2021
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El martes que viene puede ser cualquier martes posterior al día en que estamos. Pero ahora no hablamos de un día cualquiera, sino del cuatro de mayo de dos mil veintiuno en que se celebran elecciones para elegir el gobierno de la Comunidad de Madrid. Alguien podría decir que se trata de un tema que concierne exclusivamente a los madrileños. Sin embargo, de alguna manera nos afecta a todos los españoles. Es como si en el fondo se decidiera mucho más que un gobierno autonómico y no es de extrañar el nerviosismo que puedan tener quienes forman parte del gobierno central.

Un cambio de gobierno, en cualquiera de sus niveles, en principio es algo muy normal y no necesariamente traumático. Nada más saludable en una democracia que la alternancia en el poder. Lo que ocurre en el momento presente es que, unido a la gran crisis sanitaria y económica, estamos ante una forma de gobierno central que poco o nada tiene que ver con gobiernos anteriores de uno u otro signo. Nos encontramos ante la extraña simbiosis de un hombre narcisista y ególatra dispuesto a permanecer en el poder a cualquier precio y otros elementos muy interesados en destruir las grandes cotas de unidad, libertad y progreso que ha alcanzado España en los últimos cuarenta años, llegando a poner en peligro la democracia misma, incluida la división de poderes. No se trata de mi opinión particular, sino que así piensan infinidad de personas bastante más competentes y expertas que el que suscribe.

Todos están de acuerdo de que estamos ante una larga precampaña y ahora campaña electoral especialmente sucia y agresiva. Faltan ocho días para que esto se acabe y deseamos que todo transcurra dentro de la normalidad, aunque sea un tanto rara. Pero ello no nos impide experimentar un cierto miedo ante lo que pueda ocurrir en esta semana. Tenemos la no muy lejana y dramática experiencia de las elecciones que llevaron al infausto Zapatero al poder, precedidas del más grande atentado de la reciente historia de España y que sigue siendo un misterioso enigma.

Todos tenemos conocimiento de gobiernos teóricamente democráticos (Venezuela, Rusia, Turquía…) a los que es prácticamente imposible sustituir. Ojalá que en España no hayamos llegado hasta ese punto. Por supuesto que el cuatro de mayo no son elecciones generales, pero nadie duda que tienen una enorme trascendencia más allá de las fronteras regionales. Lo sabe muy bien el Señor Sánchez y sus socios. Y por eso nos preocupa lo que puedan estar dispuestos a hacer, pierdan o ganen.
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