El Maestro se corta la coleta

Por Agustín Berrueta

19/03/2022
 Actualizado a 19/03/2022
Pepe Tabernero sentado en la butaca en la que desde hace treinta años ha presenciado las actividades por él programadas. | AGUSTÍN BERRUETA
Pepe Tabernero sentado en la butaca en la que desde hace treinta años ha presenciado las actividades por él programadas. | AGUSTÍN BERRUETA
El Maestro se llama José Luis, Pepe para todo el mundo, y se apellida Tabernero Curto. A veces bromea diciendo que eso proviene de Tavernier y de Courtois, pero son ensoñaciones que delatan sus amores cinematográficos y futbolísticos, porque sus apellidos son salmantinos de pura cepa; el primero, de ganaderos del campo charro, y el segundo, de curtidores de la Sierra. Pepe no es hostelero, ni ganadero, ni curtidor, pero es más salmantino que el hornazo del Lunes de Aguas. Pudo haber sido futbolista, no en vano casi compartió cuero con su vecino de barrio, don Vicente del Bosque, y, a juzgar por el ojo clínico que tiene para anticipar los goles, seguramente hubiera sido un buen repartidor de juego. O podría haber sido torero, planta y postura no le faltan, hasta se parece a un diestro salmantino de leyenda: Santiago Martín, «Su Majestad El Viti». Prefirió dedicarse a una vocación que precisa tanta cabeza y versatilidad como el mejor centrocampista de fútbol y tanto valor y cuajo como el torero más templado, pues tampoco faltan las zancadillas y las cornadas en su profesión: ha sido el responsable de la programación cultural de la universidad de León durante más de tres décadas. Aunque, en realidad, su trayectoria profesional abarca más de cincuenta años e incluye trabajos radiofónicos y audiciones musicales entre otras actividades; el anecdotario de sus experiencias merecería un libro que solamente su pudor impide que vea la luz.

Este mes, Pepe Tabernero se corta la coleta como programador, que no como espectador, pues, desde ahora, en lugar de ver los toros culturales desde el callejón lo hará desde el tendido 7, como corresponde a su discernimiento y sabiduría. Vuelve a su ciudad y a su barrio, no para reencontrarse con su infancia pero seguro que sí con su quintaesencia.
Pepe se va de León dejando dos legados trascendentales para la vida cultural de nuestra ciudad. Uno es, en mi opinión, el más importante aunque también el más intangible, pues es efímero por definición y, por lo tanto, ya pertenece al pasado y está condenado al óxido del olvido. Me refiero a la propia programación cultural que ha elaborado durante todos esos años: teatro de vanguardia, cine independiente de autor, espectáculos de danza, exposiciones de artes plásticas, talleres, conferencias y un abanico de actuaciones musicales que recorre desde la música clásica a la electrónica, y del jazz y el blues a las músicas étnicas. Para los que hemos tenido el privilegio de ser sus espectadores, esta producción de Pepe ha sido, citando la sintonía de un añorado programa de Radio 3 desaparecido el año pasado: «barcos que navegué,/ mares que naufragué,/ nombres que te soñaba, mares que no olvidé».

La otra herencia que nos deja Pepe es, por el contrario, muy concreta y material: la creación de la infraestructura imprescindible para desarrollar ese despliegue de eventos: fonoteca, cineteca, salas de talleres y de exposiciones y el recientemente remodelado auditorio-teatro-sala de cine, una obra de la que, me consta, está especialmente satisfecho.

En varias ocasiones he dicho en público y en privado, de palabra y por escrito, medio en broma y medio en serio, que esta ciudad debería erigir una estatua a Pepe. Hoy, hablando totalmente en serio, le propongo a la universidad que le honre –y se honre a sí misma– dedicándole el nombre del auditorio de El Albéitar, de manera que pase a llamarse «Teatro Pepe Tabernero», para que su nombre no se pierda en el polvo digital de los archivos y para que las próximas generaciones tengan una referencia y un modelo a seguir. No se merece menos este diestro salmantino que tantas tardes de gloria nos ha regalado a los leoneses durante más de treinta años. Va por usted, Maestro.
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