El llanto del Morredero

31/01/2023
 Actualizado a 31/01/2023
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Se acurruca la montaña bajo el blanco de un manto oportuno que la envuelve para maquillarla de invierno. La nieve vuelve a ser nostalgia en el Bierzo y en el Morredero el frío interno desencaja la sonrisa que dejan los cientos de montañeros que retan al hielo para llenar de asombro, con el que enfrentar las cumbre, la mochila. Está helada la pequeña estación moribunda. Eso es creer en que respira. Pero lo hace con los pulmones por fuera, intentando hacerse con todo el aire que le regala el cielo para marcarse una despedida silente. Coge aliento con cientos de huellas tatuándose en la masa algodonada testigo del termómetro. Y agradece, con el padecimiento de la quietud entre tanto movimiento. El Morredero es mucho de agradecer y de dar. Y tanta generosidad no le ha servido para que su gracias tuviera reciprocidad. La respuesta ha sido el abandono, el olvido y el dejarle morir. Los esquís bercianos se revelan y miran de reojo a unos remontes a los que la capota blanca va abrazando merengona, con esa chispa que engendra y aborta encendida al tiempo. Todos recuerdan los mejores tiempos de una estación a escala comarcal. Recoleta, resultona, currada y bienvenida. Y se acuerdan de los que lucharon por conseguirla. Aúnhay clavos con su nombre, tirados ahora en el rincón de la agonía. Leitariegos y San Isidro sacan pecho con sus 8.600 visitas en un fin de semana, mientras que el Morredero quiere y no puede. No le dejan. No hay recuentos. Alguien maldijo a otro alguien por permitirlo. Pero las maldiciones siguen siendo un préstamo pobre para un cordal aquiliano que busca sobrevivir como sea. Y en el como sea tampoco se encuentra, porque su identidad no llega ni a la puerta de los despachos. Qué sordera ciega ante un turismo de montaña sin estaciones del que también se puede presumir, que no solo de peregrinos viven los caminos. Cuánto que enseñar a los que no quieren aprender. Y dicen que sí, que serás parte de un mapa del que presumir, como si se tratara de inventar un relato desconocido que va a merecer tu pena. No la vale. Verte sin manos revuelve el alma y obliga a subrayar otro ojalá que regalarte, a tí y a los que deberían separarse del hielo para ver que tienes un corazón que late en el fríoy que también es capaz de derretir la nieve.
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