El juramento hipocrático y Madame Bovary

Por José Javier Carrasco

14/02/2023
 Actualizado a 15/02/2023
cruz-verde-14-02-23-web.jpg
cruz-verde-14-02-23-web.jpg
Médicos como Hipócrates y Galeno, sabían de herboristería, pero antes que ellos los chamanes disponían ya de un amplio conocimiento de las propiedades curativas o letales de diferentes plantas, como el curare ( el padre de la fisiología moderna Claude Bernard (1813-1878) estudió las causas de la parálisis muscular producida por ese veneno). La investigación médica va unida a la búsqueda de los remedios que curen la enfermedad y alivien en lo posible el dolor. Los encargados de dispensar los paliativos han sido los boticarios primero y desde la creación en España, en el siglo XIX, de las facultades de farmacia en las ciudades de Madrid, Sevilla y Santiago de Compostela, los farmacéuticos. El Colegio Oficial de Farmacéuticos de León empezó a funcionar en 1920. Al acto de inauguración acudieron veintitrés farmacéuticos. En 1942, existían 150 colegiados, de los que diecinueve eran mujeres, un poco más del diez por ciento (en las fotografías de distintos actos celebrados por la institución que acompañan al apartado dedicado a la historia del Colegio en su página web, la presencia femenina es significativa). Actualmente el número de colegiados supera los setecientos.

En la ciudad de León, ya en el siglo XV, existían en la Plaza de la Regla algunas boticas. También en La Bañeza se tiene noticia de la presencia de otra botica. En el siglo XVIII, en León capital había cinco, una de ellas en el hospital de San Antonio Abad. En 1807 aparece una farmacia cargada de historia y anécdotas, origen de la actual Mata. En 1827 empieza a funcionar la farmacia Merino, regentada por Gregorio Felipe Merino, que pasó por varios lugares hasta su actual emplazamiento en la calle Ancha en 1901.

Flaubert (1821-1880) al describir en ‘Madame Bovary’ la farmacia de Yonville, propiedad del buen señor Homais, consigue que nos hagamos una idea bastante aproximada del aspecto de aquellos establecimientos y de sus diversificados servicios a mediados del siglo XIX: «Pero lo que más atrae la atención es la farmacia del señor Homais, situada frente a la fonda de El León de Oro. De noche principalmente, cuando está encendida la luz y los tarros, rojo el uno y verde el otro, que hermosean el escaparate alargan en el suelo sus dos coloreadas siluetas, entonces, a través de ellas, como a través de luces de Bengala se vislumbra la silueta del farmacéutico acodado en su pupitre. Su casa está cubierta de rótulos en inglés y en diversas clases de letras: «Aguas de Vichy, de Seltz y de Barèges; jarabes depurativos; específicos de Raspail; racahut árabe; pastillas Darcet; pomada Regnault; vendajes, baños, chocolates medicinales, etc». Y la muestra, que tiene el largor de la fachada, ostenta este letrero en dorados caracteres: Homais, farmacéutico». En ese pintoresco establecimiento se colará Emma Bovary, mientras los dueños cenan, al final de la novela, para tragarse un puñado de raticida después de negarle su primer amante el dinero que necesita para pagar las deudas acumuladas. Hipócrates en su juramento declara: «No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia». Madame Bovary, que cuenta con la negativa de Homais a darle el veneno, sabe cómo llegar, con la ayuda del mancebo de botica, hasta aquel polvo blancuzco que guarda un tarro azul, burlando el juramento hipocrático, que los farmacéuticos hacen, presumiblemente, como los médicos, también suyo.
Archivado en
Lo más leído