El Juego del Calamar

Por Alejandro Cardenal

08/10/2021
 Actualizado a 08/10/2021
El Toralín celebra un gol en una imagen de archivo. | LA LIGA
El Toralín celebra un gol en una imagen de archivo. | LA LIGA
En la primera columna que escribí tras un paréntesis de algo más de un año comparé a la Deportiva con la aldea de Astérix y Obélix, el último reducto del fútbol humilde, el de toda la vida, en una época en la que los jeques, las televisiones y todo el ‘circo’ que les rodea ha convertido el fútbol en un concurso de popularidad.

Y de dinero. Tanto tienes, tanto vales. A eso se ha reducido todo. Como en ‘El Juego del Calamar’. Para los que hayan estado en un búnker aislado durante las últimas semanas, ‘El Juego del Calamar’ es ‘La Casa de Papel’ coreana, un fenómeno que ha traspasado fronteras, aunque su argumento no deja de ser una nueva versión de ‘Los Juegos del Hambre’ con un guiño a la ludopatía, que por aquellos lares es un problema más que serio, y un toque de extravagancia que a veces roza lo demente, que ya sabemos que los asiáticos son muy suyos.

El caso es que, sin ánimo de hacer ‘spoilers’, los malos malísimos de la serie sienten que tienen el derecho de pisotear a los desdichados protagonistas por el simple hecho de tener dinero y poder. ¿Es cruel? Sí, pero tampoco mucho más de lo que vemos día a día en el mundo real. En la vida y en el deporte el pez grande se come al chico y aquel que se atreva a cuestionar el sistema se va a colocar en el centro de la diana.

Eso le ha pasado a la Deportiva. Al conjunto berciano se le ocurrió la osada idea de empezar la Liga como un tiro. De plantarle cara a Eibar, Girona o Almería. Y al Valladolid. ¡Qué desfachatez! ¡Es intolerable! Me juego el brazo derecho, el bueno, el de manejar el ratón para jugar al LoL, que es lo que realmente piensan y no se atreven a decir. Pero se les ve el plumero.

Entre Pacheta entrando en guerra con un aficionado —ojo, la falta de educación y la agresividad en los campos de fútbol es otro melón por abrir y no es, ni mucho menos, defendible— y que según Roque Mesa —en qué día se me ocurriría ficharte para el comunio, querido— parece que los jugadores de la Ponferradina violaron los derechos humanos el pasado viernes, queda claro que lo de que los bercianos se atrevan a tutearles en el campo les parece un auténtico agravio.

Los triunfos de la Deportiva son los de todos los que alguna vez hemos abierto la ‘app’ del banco con miedo a final de mes. Los que nos hemos sentido impotentes ante el típico “es lo que hay”. Eso se ha acabado. Pase lo que pase esta temporada, la Ponferradina ha hecho lo más difícil, no rendirse ante la desigualdad. Y se ha convertido en un ejemplo. Porque el fútbol necesita más Yuris y menos Messis.
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