El jubilado

Por Saturnino Alonso Requejo

Saturnino Alonso Requejo
10/08/2022
 Actualizado a 10/08/2022
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Solía decir, mientras echaba la partida de cartas: «¡Que me quiten lo bailao!». Porque tenía su casa en el pueblo, su pisito en la ciudad, buena salud, que se supiera, y una pensión pasable, si no venían mal dadas. Así que decía satisfecho: «¡Que me quiten lo bailao!».
Pero, de la noche a la mañana, ¡zas!: la crisis como un puñetazo en la boca del estómago, o una patada nocturna en la puerta trasera. Y se disparó el paro, y se congelaron las pensiones, y se metió el coco en las alcobas.

Cuando bajó la primera nevada, que era ya por diciembre arriba, el Jubilado se metió en el arcón de su alma y comenzó a rumiar las palabras del Cohélet:

«Una generación va, otra generación viene...
Todos los ríos van al mar, y el mar nunca se llena...
Nada nuevo hay bajo el sol».
Y, en el recuento de su ayer y de su hoy, y en la adivinación de su futuro, dio de bruces con las consideraciones agudas de Cohélet:
«Todo tiene su tiempo bajo el cielo:
Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir.
Su tiempo el plantar y su tiempo el arrancar.
Su tiempo el llorar y su tiempo el reír.
Su tiempo el abrazarse y su tiempo el separarse.
Su tiempo el rasgar y su tiempo el coser.
Su tiempo la guerra y su tiempo la paz».
Y el Jubilado, que siempre había leído la hoja del calendario, con el santo del día y el refrán correspondiente, recordó aquel que decía:
«A capa vieja, no dan oreja».
Y el otro:
«A burro viejo,
la mayor carga
y el peor aparejo»
Ahora tenía tiempo, el Jubilado digo, para oír la ventisca y escuchar el oleaje de su propio corazón. Que le decía:
«Juventud y pelo negro es vanidad» (Cohélet)
«El sabio tiene los ojos en la frente,
mas el necio, en las tinieblas camina» (Cohélet)
En el refranero había leído:
«Lo que se aprende con bragas,
no se olvida con canas»
Y se rió de sí mismo cuando recordó aquel otro:
«Arriba, canas;
abajo, ganas»
Y, al sentir la mordedura de la propia inutilidad, se consoló a sí mismo con aquel dicho:
«Más vieja es la iglesia, y van a ella»

En su tiempo había leído que para los hebreos el JUBILEO era el ‘Año de Remisión’: año en que las personas y los bienes volvían a su estado primero o dueño natural. El JUBILEO se celebraba cada cincuenta años, y consistía en que:

– Las propiedades cambiadas, alquiladas o vendidas, retornaban a su antiguo dueño; ya que lo que se vendía no era la tierra, sino los años de cosecha.
– Los esclavos, criados, etc, volvían a sus familias; habían vendido sus años de trabajo, mas no sus personas.
La palabra JUBILEO viene del hebreo ‘YOBEL’, que significa «cuerno de carnero», porque el comienzo del año jubilar se anunciaba tocando el turullo en todo el país. Era el Año de la Remisión o el Año del Turullo.
Este sistema social y económico, encaminada a defender la libertad individual y la posesión necesaria, estaba perfectamente legislado en el (Levítico, XXV, 8).

Decía así:
«En el día de la Expiación haréis resonar el cuerno por toda vuestra tierra. Declararéis Santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros el JUBILEO; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual (el esclavo) regresará a su familia. Este año cincuenta será para vosotros un JUBILEO... En este año jubilar recobraréis cada uno vuestra propiedad. Comprarás a tu prójimo atendiendo el número de años que sigue al jubileo; y según el número de años de cosecha, él te fijará el precio de venta... La tierra no podrá venderse para siempre, porque la tierra es mía» (dice Yahveh).
El JUBILEO hebreo hacía imposible la esclavitud y la indigencia de por vida.
En nuestros días, la persona del obrero no se vende, aunque si su trabajo y parte de la plusvalía.
La jubilación supone que al obrero, en cuanto obrero, ya no le tocan los cojones del alma, pero sí el turullo de cuerno de carnero, como ya se está viendo, cuando nos QUITAN LO BAILAO.
Sebastián de Covarrubias, en su ‘Tesoro de la Lengua Castellana’, define así la palabra JUBILAR:
«Es absolver a uno del trabajo, en el ministerio que por muchos años ha servido; como se hace en Salamanca y en las demás universidades, quedando algún doctor o maestro ha leído cátedra de propiedad a veinte años o más o menos, como es costumbre; y también en las iglesias catedrales jubilan los prebendados a cuarenta años de residencia, o más o menos».

Estos prebendados de las catedrales y colegiatas eran los canónigos: Doctoral; Lectoral (doctor en Sagrada Escritura), Magistral (doctor en teología y predicador oficial), Penitenciaria (delegado del Papa o del Obispo para oír confesión y absolver de los pecados reservados).

Covarrubias habla de la JUBILACIÓN en su sentido de «absolver del trabajo». Absolver viene de la palabra latina «SOLVO», que tiene los siguientes significados:

– Soltar: los grilletes, las cornales del buey, la manea del burro.
– Desatar: a la res que tenemos estaquillada o atada.
– Librar: de preocupaciones, impedimentos, etc.
– Terminar: el pago de una deuda, la obligación de un contrato, terminar una condena, etc.
– Levar anclas y zarpar un barco.
– Hacerle a uno los funerales.

Fuera sigue nevando a manta de Dios, y el Jubilado, al que ya le han quitado lo bailao y lo que pensaba bailar, considera en cual de estas situaciones se encuentra: si lo desataron o lo estaquillaron; si lo soltaron o lo ataron; si lo libraron o lo encarcelaron; si le están haciendo ya los funerales...
Y sus consideraciones dan en el clavo, pues verdad es que «perro viejo no ladra a tocón». Y que «quien encanece, padece». Porque lo de «las tejas, viejas, y la miel, añeja», era antes de ahora. Ahora ocurra que: «Por grande que sea el barco, se lo traga el charco». Y «Nadar, nadar, y a la orilla ahogar».
Cohélet se consolaba con la Sabiduría cuando afirmaba:

«Como crepitar de zarzas bajo la olla,
así es el reír del necio».
Puede ser que nos hayamos fiado demasiado de nuestra civilización, y sea verdad lo que dice Cohélet cuando dice:
«Lo que más le molesta al necio,
es que no sabe ir a la ciudad».
Hay un tordo solitario que acude al ampora de los espinos para pasar la noche trasnevada. El Jubilado lo mira y compadece, lo siente hermano desvalido. Quisiera atenerse, como verdad o consuelo, a las palabras de Cohélet:
«Dios hizo sencillo al hombre,
pero él se complicó con muchas razones».

En fin, Señores, que la JUBILACIÓN ha de ser :

– Una profesión, en el sentido de «profesar» en una especie de nueva religión olvidada.
– Puesta en práctica de un nuevo oficio, cuyo ‘bene-ficio’ no es ya otro que el de hacer el bien.
– Empezar una obra de artesanía sobre uno mismo, sin patrono, sin prisas, sin horario, sin competencia. Así sacaremos falso al refrán que dice:
«¿Qué es la vejez?:
estornudar, y preguntar
toser, qué hora es».
El oficio del jubilado es ser viejo en derechura como Dios manda, si es que nos dejan, que ahí está la madre del cordero.
Cohélet termina su libro con estas palabras:
«Teme a Dios y guarda sus mandamientos,
que eso es ser hombre cabal».
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