El investigador leonés de Oxford: "Me pondré la vacuna en cuanto pueda"

Fernando Ramos asegura que han contado con recursos que no tienen en otras ocasiones y que la rapidez en su desarrollo "no ha sido a costa de saltarse ningún paso"

Alfonso Martínez
06/12/2020
 Actualizado a 07/12/2020
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Iba para ingeniero y con 18 años hizo la maleta para irse a estudiar a Málaga, pero un viaje de intercambio a México y un voluntariado en Cruz Roja hicieron que su destino cambiase para ser enfermero. Ahora, este bañezano participa como enfermero investigador en el desarrollo de la vacuna contra el coronavirus que lideran la Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca.

– De León a Málaga y ahora en Oxford para participar en la elaboración de la que es sin duda una de las vacunas más esperadas. ¿Cómo ha sido su trayectoria hasta ahora?
– La verdad es que ha tenido algún giro inesperado. Me fui a Málaga para estudiar una ingeniería en telecomunicaciones y, cuando ya casi estaba acabando, viajé de intercambio a México, donde también tuve una experiencia como voluntario en Cruz Roja. A la vuelta decidí que ya no quería ser ingeniero, sino enfermero. Hice la carrera y después un máster en Salud Internacional. Fue en este momento cuando me percaté de la importancia de las vacunas, que han salvado millones de vidas y han evitado muchas lesiones permanentes que causan algunas enfermedades infecciosas. Cuando estaba escribiendo mi trabajo de fin de máster conocí la existencia del Jenner Institute y su investigación en vacunas para enfermedades emergentes y ‘olvidadas’. Así que decidí venirme a Oxford y estuve trabajando como enfermero clínico en el área de enfermedades infecciosas del Hospital mientras hacia otro postgrado hasta que tuve la oportunidad de trabajar en la Universidad como enfermero investigador.

– ¿Sigue viniendo a su tierra?
– Por supuesto. Soy de La Bañeza y nunca falta la visita anual a los carnavales, aunque también voy en Navidad y hago alguna visita en verano para ver a familiares y amigos. Sigo al Ademar desde que tenía cuatro años y mi padre me llevaba al Palacio de los Deportes y por eso hago también alguna cuando el equipo tiene algún partido importante.

– ¿Cómo ha sido ver la evolución de la pandemia en España desde fuera?
– La verdad es que no ha sido fácil. Por un lado, preocupado en la distancia por la familia y los amigos. Y también ha estado el no poder viajar, porque hace casi ya un año de mi última visita.

– ¿En qué ha consistido exactamente su trabajo en la elaboración de la vacuna de la Universidad de Oxford?
– Yo no trabajo exactamente en la elaboración de la vacuna, sino que formo parte del equipo clínico. Normalmente suelo estar en estudios de primera fase y somos un equipo pequeño de unas diez personas. Una vez que la vacuna se ha diseñado en el laboratorio y se dispone de los datos de los experimentos preclínicos, nosotros diseñamos el ensayo clínico, escribimos el protocolo, establecemos los objetivos, cómo los vamos a medir, qué pruebas vamos a realizar, cuántos participantes necesitamos, cómo los vamos a seguir… Y después lo implementamos, recogemos datos, los analizamos y los publicamos. Pero en el caso de la vacuna del coronavirus, dada su importancia, somos más de 300 personas trabajando, y la labor de diseño y análisis la han desarrollado investigadores más experimentados. Mi aportación ha sido en el cuidado y seguimiento de los voluntarios, la coordinación de visitas clínicas y asegurar que se recogen todos los datos requeridos por el protocolo y que se hace conforme a la normativa de buenas prácticas.

– En un momento en el que parece que existe una carrera entre las diferentes vacunas por su nivel de efectividad, la de Oxford oscila entre un 70% y un 90%. ¿A qué se debe este margen?
– Recientemente hemos publicado los datos de la respuesta inmunológica a la vacuna en los diferentes grupos de edad y dosis. Y se observa que son similares entre ellos. Los investigadores principales están estudiando por qué entonces existe esa diferencia en eficacia entre grupos y diseñando nuevos experimentos para descartar posibles sesgos. Todos los datos de efectividad serán publicados en revista especializada para que puedan ser revisados por la comunidad científica.

– ¿Cuándo podrá empezar a distribuirse la vacuna a gran escala?
– Es algo que no depende realmente del equipo investigador, porque nosotros hacemos el ensayo clínico y todo lo relativo a distribución lo lleva AstraZeneca y supongo que dependerá también de los gobiernos de aquellos países que vayan a adquirir la vacuna.

– ¿Puede generar la vacuna de Oxford algún problema de tipo logístico como vemos que está ocurriendo en la Pfizer con la temperatura?
– La mayoría de nuestras vacunas son para enfermedades endémicas en países con climas cálidos y escasas infraestructuras. Un factor importante cuando se diseñan es la facilidad para su almacenamiento y distribución. Es por eso que esta vacuna se puede conservar a una temperatura de entre dos y ocho grados, como la mayoría de las existentes. Y esto va a facilitar mucho su distribución a través de canales ya existentes para otras vacunas.

– ¿Cree que la rapidez a la hora de elaborar las vacunas puede derivar en que sean menos efectivas o tengan más efectos secundarios?
– Hay diferentes factores que han contribuido a la rapidez y ninguno de ellos ha sido a costa de saltarse ningún paso. No todos los patógenos son iguales. Es cierto que llevamos años investigando en ciertas vacunas sin éxito, pero eso es debido al tipo de patógeno. Un ejemplo es el VIH, que muta continuamente y además ataca directamente al sistema inmunitario, lo que dificulta la creación de una vacuna. O la Malaria que también lleva años en investigación y la única vacuna recientemente aprobada tiene una eficacia menor del 50%. El problema en ese caso es que la malaria la causa un parásito que pasa por diferentes fases. Si la vacuna no logra una respuesta inmunitaria que destruya todos los parásitos en un determinado estado, ya no podrá contener la infección. En esta vacuna no comenzábamos de cero, el director del Jenner Institute, Adrian Hill, y la inventora de la vacuna, Sarah Gilbert, llevan años trabajando en un vector viral que se pueda usar para vacunas contra diferentes patógenos, insertando la parte para la que quieres producir una respuesta inmunitaria. Se ha usado ese vector viral para vacunas contra la Zika, la Chikungunya y el Mers, que es otro coronavirus endémico de la península arábiga. Así que no partíamos de cero, sabíamos que la vacuna contra el Mers, que está basada en el vector viral ChAdOx1, había producido una buena respuesta inmunitaria y era segura. Por otra parte, gran parte del tiempo que se tarda en desarrollar una vacuna no es propiamente de investigación, sino que se emplea en conseguir fondos para financiarla, conseguir un acuerdo con una empresa para manufacturar la vacuna o esperar la revisión de los reguladores. Eso normalmente ocurre antes de pasar de una fase a la siguiente y puede llevar meses. En el caso del coronavirus, dada la urgencia, esos recursos estaban disponibles desde el principio, lo que permitió planificar todo con antelación y poder pasar de una fase a otra tan pronto como los datos de seguridad eran revisados y aprobados por la agencia reguladora de medicamentos y ensayos clínicos. Otro factor importante aquí es precisamente la disponibilidad total de la agencia reguladora. Normalmente, cuando se solicita la aprobación de un estudio, se pone a la cola de una larga lista que ellos deben revisar. Puede llevar semanas hasta que revisan el tuyo y normalmente sugieren modificaciones que tienes que hacer antes de volverlo a enviar y esperar un nuevo examen. En este caso, esas revisiones eran prioritarias, no había que esperar a que revisaran otros estudios. Finalmente, otro factor importante fue la disponibilidad de recursos humanos. Como digo, en los ensayos en los que normalmente trabajo somos alrededor de diez personas, pero en este caso, solo en Oxford, somos casi 300. Por ejemplo, la visita inicial de cualquier estudio, a la que llamamos screening, en nuestros otros estudios podemos hacer cinco o seis a la semana, pero en este caso hacíamos casi 40 al día, porque éramos diez médicos y diez enfermeros cada día. De esta forma, cada vez que teníamos datos de seguridad disponibles, estos eran revisados por el regulador y en cuanto la siguiente fase era aprobada, no teníamos que empezar de cero, como ocurre cuando no dispones de estos recursos. Todos los pasos habituales se han seguido y la rapidez se ha conseguido gracias a una disponibilidad de recursos económicos, humanos y materiales, que normalmente no se tiene.

– ¿Qué le diría a la gente que tiene miedo a ponerse la vacuna por temor a posibles efectos secundarios?
– Todos los estudios de medicamentos están sometidos a una estricta vigilancia de seguridad mediante continuas inspecciones internas y externas de los organismos que regulan la investigación clínica, que son totalmente independientes al estudio. Y todos los datos son de nuevo exhaustivamente revisados por dichos organismos antes de autorizar el uso de cualquier medicamento. Yo me vacunaré en cuanto tenga la oportunidad. De hecho, al inicio del estudio muchos preguntamos si podíamos participar, pero por la naturaleza ciega del estudio –los participantes no deben saber si han recibido la vacuna experimental o la de control para evitar sesgos– no fue posible. Una de la pregunta que más nos hacen los participantes es cuándo podrán saber qué vacuna recibieron, porque si fue la de control –que es la de la Meningitis– quieren poder recibir la vacuna del Covid-19 cuanto antes.

– ¿Cree que el sistema sanitario español está preparado para administrar la vacuna en el primer semestre del año a una parte muy importante de la población como prevé el Gobierno?
– Esto habría que preguntárselo a los profesionales de Atención Primaria, que son quienes más experiencia tienen en campañas de vacunación y quienes pueden valorar los recursos de los que disponen.

– ¿Cree que va a haber diferencias entre países en cuanto el momento de la llegada de la vacuna?
– Me gustaría decir que no, pero me temo que será así, no entre los países más desarrollados, que las diferencias pueden ser de unas pocas semanas, sino con otros países con menos recursos. Sé que hay diferentes organismos de cooperación internacional tratando de evitar esa desigualdad y espero que lo consigan. Cuanto más barata y fácil de almacenar y transportar sea una vacuna más fácil es conseguir una distribución equitativa.

– ¿Qué ventajas tiene la vacuna de Oxford con respecto a otras que están también en su fase final de desarrollo?
– Vinculado a lo anterior, está el hecho de que se conserve a una temperatura de entre dos y ocho grados y de que se usen los canales habituales de vacunación para distribuirla. Otra ventaja es el precio, que es igual que el coste de producción. Ese acuerdo data del inicio del estudio y es habitual en otras vacunas del grupo, como la de la Malaria. Parte de nuestra financiación viene de dinero público y no sería justo que la gente pagase con sus impuestos un sobrecoste. Las medicinas no deberían estar sujetas a las leyes de mercado, sobre todo si la investigación se financia con fondos públicos. Esto también evitaría que se presenten datos en comunicados de prensa antes de haberlos publicado en revistas científicas.
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