El inolvidable Bernardino

Si hay una apuesta segura, que la tienes ganada, es aventurar que no encontrarás a nadie que hable mal de Bernardino M. Hernando, nadie que no guarde un entrañable recuerdo de este profesor, escritor, periodista, ensayista, crítico literario... y, sobre todo, un sabio afable. Su nombre siempre está ligado a un recuerdo de su bonhomía y así, por ejemplo, la biblioteca de su pueblo, Mansilla de las Mulas, lleva su nombre porque el principal impulso de su nacimiento fue que ‘Bernardino’ regaló su impresionante colección de libros de todo tipo, miles de obras. (Y muy cerca, en el Museo Etnográfico, está otro regalo suyo, la acordeón de su padre, músico popular).

Pero su mayor regalo fue su sabiduría y quienes mejor lo saben son su ex alumnos y este viernes se reunieron en Mansilla un grupo de ellos para recordar y reivindicar a su antiguo profesor. Eran chavales que entre 1962 y 1974 pasaron por las aulas del Seminario Menor San Isidoro (el de la carretera de Asturias) y querían recordar a todos que Bernardino les había dejado «una profunda huella académica, de excelente profesor, pero sobre todo nos dejó una profunda huella humana, de mejor persona».

Y el detalle que entregaron hacía más entrañable el acto, por ser un regalo para la biblioteca que lleva el nombre  de su recordado profesor y, además, por ser una obra, una taracea de diferentes maderas, que reproduce con fidelidad la imagen de Bernardino Martínez Hernando, y es creación de uno de aquellos niños seminarista en ‘el Menor’: Daciano Ruano Pastrana, natural de Castilfalé y presente en el acto junto a sus compañeros.