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El individuo y la masa

14/07/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Mi admirado Hipólito Romero Flores, que fue catedrático de Filosofía del Instituto Padre Isla, Gobernador Civil de León por unas semanas, y presidente del Ateneo Obrero de León, escribió en su libro ‘Reflexiones sobre el alma y el cuerpo de la España actual’: «Nuestro país es de una levadura individualista formidable, y de una singular extremosidad en sus reacciones. Estas dos manifestaciones constantes del espíritu nacional marcan ya a éste su tono y lo sitúan en la vertiente opuesta al colectivismo y la templanza (…). Todo lo que en España se ha hecho –tanto lo bueno como lo malo– ha sido realizado por individuos reacios a toda disciplina cooperativista».

Esta opinión sobre el carácter individualista español la experimentaba yo en mi edad juvenil pasando los veranos por tierras del vino en la provincia de Zamora. Cuando llegaba la vendimia, los vendimiadores esperaban con ansiedad la llegada del comprador de la uva que era quien fijaba el precio, siempre bajo a juicio de los afectados. Unos cedían, otros resistían, al final todos se rendían. Yo me preguntaba: ¿cómo es posible que esta gente no se ponga de acuerdo colectivamente para depender de ellos mismos y no del potentado que, puro en ristre, era quien sacaba la mejor tajada del negocio? La explicación era la desconfianza mutua que consecuentemente abocaba en individualismo. Conclusión: había gentes que se ganan la vida con el sudor de su frente mientras otros lo hacíancon el sudor del de enfrente.

Ciertamente el individualismo a ultranza se ha modificado con el transcurrir del tiempo y a base de escarmientos. Lo fundamental para la vida es tanto más el individuo como la masa. Si bien gotas de agua aisladas no revientan semillas ni sacian la sed ni mueven molinos, la masa de leoneses afectados por el fraude bancario de las participaciones preferentes no habrían recuperado su dinero si no hubiera sido por un ‘salvatimos’ individual llamado Basilio Garmón. Napoleón capitaneó inmensas falanges de bárbaros, pero todos esos bárbaros juntos no hubieran hecho sus barbaridades sin Napoleón. Sin las injusticias del capitalismo no hubiera surgido un Carlos Marx. Para bien y para mal, lo que una gran masa apetece no logra realizarse hasta que no salga de ella un hombre que acierte a ser intérprete de sus designios y conductor de sus voluntades. Pero, por otro lado, el héroe sin la masa no podrá hacer nada de provecho, salvo predicar. La verdad del caso es que ni el individuo puede vivir sin el núcleo, ni el núcleo sin el individuo. La unión hace la fuerza y el pueblo unido jamás será vencido, sí, pero no sin un ‘leader’ carismático y generoso. Cien tejedores están dispuestos a hacer un bello tapiz, pero no cuentan con un pintor que les dé el dibujo y el colorido. En la casa de enfrente vive un gran pintor, que ha trazado el más bello cartón imaginable para un tapiz, pero no dispone de telares ni de tejedores. En tanto los operariosinviertan el día en gritar ¡abajo el individualismo! Y el pintor se desgañite vociferando ¡abajo el colectivismo!, el tapiz no se hará. Para darle vida será necesaria una cosa muy pequeñita, muy trivial, muy sencilla: que se junten los tejedores y el pintor. ¡Las masas son imprescindibles! suele decirse. Cierto. Y los individuos más selectos, también. ¡Las masas se obcecan! Es verdad. Y los individuos, también. El pueblo hace la selección. Los españoles cultos (afrancesados) se rindieron a Napoleón. Pero aquí estaba la masa para salvar la independencia. Por desgracia, el leonesismo actual no tiene ni líder ni masa.
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