El 'indígena' de Castrofuerte

José Antonio Morán Varela, leonés de Castrofuerte, es uno de esos tipos de los que se puede decir que es ciudadano del mundo pero es mucho más que eso, es lo que él llama un viajero comprometido

Fulgencio Fernández
04/10/2020
 Actualizado a 04/10/2020
La canoa ha sido el mejor "medio de transporte" para el leonés para recorrer la selva.
La canoa ha sido el mejor "medio de transporte" para el leonés para recorrer la selva.
Siempre comienzan las biografías de José Antonio Morán Varela diciendo que «tal vez por haber nacido en un pequeño pueblo (Castrofuerte,1960), José Antonio siempre sintió la necesidad de ampliar fronteras...».

- ¿Es verdad?
- No lo sé, lo que sí es verdad es que soy de Castrofuerte y añadiría que sigue siendo mi cordón umbilical con la casa familiar, con mi familia, y regreso siempre que puedo. La necesidad de ampliar fronteras, la verdad es que como tantos chavales de mi generaciónen un momento determinado tuvimos que dejar el pueblo para ir a estudiar lejos. Yo fui uno de ellos.
- Pero todos suelen decir que eran felices en el pueblo.
- Y yo también. Pero me da la impresión de que en un momento determinado tenemos que elegir; yo allí creo que era ignorantemente feliz y decidí ser un poco menos ignorante y también un poco menos feliz.

Y se fue. Con una pasión metida en la cabeza, la de viajar, pero siempre «como viajero, que nada tiene que ver con el turista, y ni siquiera con el aventurero, creo que los que se dicen aventureros van un poco de sobraditos».

Muy pronto, ya de chaval, comenzó a viajar como se podía hacer entonces o, al menos, «como podía yo. En auto-stop, a dedo me recorrí toda España» y siempre solo, que es como le gusta viajar: «El viajese hace en solitario y, si puede ser, caminando y sin billete de vuelta, nada que te ate».

Después llegó un invento, el famoso interrail, «que te permitía viajar a cualquier destino dentro de unos límites y yo elegí el más lejano, hasta Estambul, cuando nadie iba a Turquía. Pero una cosa es tener billete y otra billetes para vivir y a mí se me acabó el dinero y tuve que andar trapicheando con chamarras; fue un aprendizaje para lo que venía».

«Lo que venía» serefiere a sus años en América Latina, las selvas, los ríos en canoa, la convivencia con indígenas o grupos guerrilleros, conocer a gente tan diversa como el Comandante Marcos o Rigoberta Menchú... «América, salvo Estados Unidos, es una pasiónpara mí. Ahora mismo tenía que estar viajando por el río Putumayo, en el corazón del terrible problema de los caucheros... pero esta pandemia también me tiene preso».

Creo que en el pueblo era ignorantemente feliz y en un momento determinado decidí ser un poco menos ignorante y un poco menos feliz y me fui de Castrofuerte, donde siempre regresoAntes de esta pasión latina estudió tres carreras: Filosofía, Antropología y Criminología: «Me presenté a unas oposiciones en Madrid y en Andalucía y saqué las dos. Como ya estaba cansado de Madrid, donde estudié, compré un mapa de Andalucía para elegir pueblos pequeños, lejos de las ciudades, y allí me fui». La profesión le deja tiempo libre pero lo ha completado con frecuentes excedencias, por meses, trimestres, cursos enteros... «Siempre para viajar, siempre solo, siempre con la mente abierta pues viajar es la mejor forma de ser antidogmático».

Los primeros destinos fueron un poco ‘exóticos’ y hasta con un punto hippie, «como los de Nepal y sus famosas montañas. Fui mucho a Oriente y Extremo Oriente, a la Índia... hasta que en los años 90 fui a Latinoamérica y tengo que reconocer que me enganchó, mucho, se convirtió en mi destino, he vivido muchas situaciones complicadas, en algunos fregaos, a veces provocadas porque me he identificado ideológicamente con aquellas gentes... es que nunca fui un turista y me parecía imprescindible paraconocer y comprender a aquella gente pues, de alguna manera, también he ido a estudiar, en mi condición de filósofo y antropólogo, en los que hay un campo enorme para trabajar».

- Se ha convertido en una ‘autoridad’ sobre los pueblos indígenas, desmontando algunos tópicos.
- Claro. Seamos sinceros. El movimiento indígena es una de las cosas más importantes que han pasado en los últimos años. Eran unos pueblos que no pintaban nada, habían sido utilizados, primero por los españoles, y en los años 90, aquellas gentes, muy marginados, muy apartados unos de otros, se han ido uniendo y han cobrado mucha fuerza. Rompen en estereotipo de pacíficos guardianes de las esencias de su tierra, de la naturaleza, para defenderla pues lo que ocurría es que Occidente, mientras estaban haciendo lo que a ellos les interesaba, mientras hacían los trabajos que otros no quieren... pues bien. Pero cuando han levantado la voz, ya molestan.

José Antonio Morán ha recorrido todo América Latina, siendo Colombia su destino ‘preferido’, donde más tiempo ha estado, pero también Guatemala, México, Bolivia, Paraguay.... Con increíbles aventuras. «Estaba en Guatemala, allí conocí a unos indígenas que andaban buscando extranjeros que quieran ir con ellos a la selva, a una zona que estaba en guerra,para que contaran que ellos querían integrarse, solucionar sus problemas, buscar la paz, pero no había, que estaban siendo masacrados por un terrible dictador; y me fui con ellos. Habían formado una guerrilla, algo muy habitual en América Latina. De aquellas poblaciones salió la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú. También estuve con los zapatistas en México, con el subcomandante Marcos; en Paraguay, donde hay pueblos tremendamente olvidados. Pero sí, donde más tiempo he estado es en Colombia».

- Ocurre con Colombia como con los indígenas, ¿sabemos la realidad de aquel pueblo o solo una parte?
- No nos llega bien. Hay una zona normalizada, donde van los turistas y gente a trabajar, pero hay otra periferia en la que se libran mil batallas. Colombia es como un puzzle en el que sobran piezas. Es un país con una gente maravillosa, con mucha vitalidad, una naturaleza exuberante, pero muy complejo. Han llegado los acuerdos de paz entre el Gobierno y las FARC, he estado en una zona donde no «se puede entrar» y todavía te hablan de muertos... Es muy complejo, aún deben llegar los posacuerdos pues hay varias guerrillas, además de las FARC.
- ¿Alguna situación complicada, peligrosa, en la que te hayas visto?
- Varias, aunque la experiencia te ayuda a librarte, a veces... Una en la que lo vi complicado fue una vez que llegué a Colombia a través de una selva, la que tiene con Panamá, que son unos 250 kilómetros de selva pura, sin carreteras, ni caminos, ni nada... Es el único espacio en el que no entra la famosa carretera Panamericana, que va de Alaska a la Tierra de Fuego, excepto esta selva, en la que es imposible entrar. Y la atravesé, caminando, lo vi muy mal.
- ¿Solo?
- Esta vez no. Después de la aventura de Guatemala me había echado una novieta, unidos por lo que habíamos vivido allí. Ella se tenía que ir a Perú y yo debía regresar a España, decidimos atravesar la selva... y nos metimos en la boca del lobo, pero fue muy interesante.

Una de estas aventuras es la que narra en su libro ‘La frontera que habla’, también ‘inmovilizado’ por la pandemia. Un viaje, en canoa, entre el Orinoco y el Amazonas, «por las tierras que delimitan la frontera de Colombia con Venezuela y Brasil, como lo había recorrido en 2017 justo después de los acuerdos de paz con las FARC».

- Lo ha novelado.
- Nada. Sólo he cambiado algunos nombres por razones de seguridad.
- ¿Tiene solución América Latina?, siempre se dice que es un continente rico pero no acaba de salir del hoyo.
- Es cierto. Parece una paradoja pero ocurre que su riqueza es su desgracia, pues la codicia hace que vayan muchos a por ella, que no se la dejen. Y después es un continente muy diverso, lo que está pasando en Colombia  nada tiene que ver con lo que ocurre en Venezuela, y son vecinos. Hay mucho trabajo que hacer, mucha potencia extranjera que quiere meter mano en su riqueza y así, por ejemplo, en Colombia hay una guerra interna que no interesa que se acabe, no se si para vender armas, yo qué sé, pero no tienen ganas de que acabe.
- Y lo paga la población.
- Es muy duro pues en América Latina el movimiento civil es tremendo; la población lucha, los indígenas, afrodescendientes, mujeres, pobres... pero es muy difícil tumbar al ‘Gran Poder’ y cuando sacan la cabeza llega el garrote, ya sea interno o con ayuda externa.  
- Hablaba antes de Venezuela, ¿tampoco nos llega la realidad, el haberlo colocado en el centro de la política española ‘embarra’ aún más el terreno?
- Ésa es la expresión, terreno embarrado. Vaya por delante, ni estoy de acuerdo con Maduro ni se puede negar la pobreza de un país ‘rico’ y ahora muy pobre. Pero sí hay datos a reseñar pues nos llega todo muy distorsionado, es una locura de país donde el presidente elegido es Maduro y el jefe de la oposición es Capriles, pero desde afuera han decidido que no, que el presidente ‘opositor’ es Guaidó, al que llaman a dar un golpe de estado, pero que ahora mismo están peleados, Guaidó y Capriles, pese a su cercanía ideológica. Y no se puede olvidar que los ricos de Venezuela, los millonarios,  son los que controlan los medios de comunicación, los que deciden qué información se ofrece al exterior, cuándo se calienta al pueblo... E, insisto, y la gente, el pueblo llano, sufriendo esta dramática situación.
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